Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: lunes 08 de noviembre de 2021
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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“Hoy nada parece es de lo que pretendió ser en un principio. Los recuerdos de la estabilidad económica son solo eso, recuerdos. Las palabras caben en cualquier vetusto armario, pero las acciones son las que pesan y, a veces, de forma determinante”.
Estos pensamientos entrecruzan la memoria del presidente Arce que creyó que su Gobierno sería un reflejo de los anteriores del Movimiento Al Socialismo, sin pormenores. Creyó, equivocadamente, que lo conseguiría: un caudillismo inescrupuloso que se imponía ante cualquier acción opositora; el respaldo contundente de una parte de la ciudadanía todavía encantada con las odas estériles del masismo; una estrategia que por momentos parecía ser ejecutada por mentes brillantes, pero que al poco tiempo salían a relucir sus verdaderas pretensiones, sesos cubanos y venezolanos, sin duda.
‘Las maneras se han perdido’, dirán algunos, pero lo cierto es que los bolivianos saben reconocer, con enviable olfato, los indicios que reflejan el autoritarismo desenfrenado de sus gobernantes y no es que sea la oposición la que utilice instrumentalmente las movilizaciones contra el Gobierno azul, porque apenas existe y se la siente, ya ni qué decir de su capacidad de convocatoria que es casi nula, salvo contadas excepciones y en momentos muy concretos. La votación de 2/3 para la modificación al Reglamento de Debates de la Asamblea Legislativa se les fue suprimida y nadie salió en defensa de ningún partido, ahí lo dejamos como anécdota.
Los ciudadanos se organizan a través de sus grupos de base que los une por diversos objetivos y bajo distintos formatos. Por ejemplo, los comités cívicos tienen un barniz político, pero se constituyen en un movimiento ciudadano nacido, entre otras cosas, para la defensa y el reconocimiento de los Derechos Humanos. Por su parte, los colegios profesionales tienen unos valores incontrastables que los reúne por una misión compartida, el ejercicio de su profesión. Los gremiales son grupos de corte sindical, en gran medida comerciantes informales con gran capacidad de movilización, antiguos aliados del MAS. Cuestión similar ocurre con el Magisterio, las Juntas Vecinales o los propios grupos universitarios.
Todo empezó cuando Arce decidió, por razones francamente desconocidas, aunque podemos extraer hipótesis más o menos creíbles al respecto, emular las prácticas autoritarias de su antecesor al mando. La idea inicial que algunos consideraban era que Arce representaba a la parte más moderada del MAS, aquel ministro de Economía que había sido capaz de mantener estable la economía en contrapartida a sus pares populistas a lo largo de la región tenía la ocasión para cambiar el rumbo de su partido y del Gobierno hasta entonces conocido.
Nada de eso ocurrió y el candor de algunos salió a relucir. Arce es un pueril imitador de Evo y con mucha menor capacidad de atracción porque carece de todo lo que le es requisito sine qua non a un caudillo autoritario: masas, dinero, contactos y un hambre insaciable de poder. Y es ahí, precisamente, donde se ponen en evidencia las notables diferencias entre el tirano y su cándido aprendiz.
En menos de dos años de Gobierno, Luis Arce está siendo víctima de sus propias contradicciones, aquellas que de alguna manera lo han llevado donde está hoy. Nunca tuvo ideas propias ni visión de poder a largo plazo. Durante las consecutivas presidencias de Morales se dedicó a mostrar el rostro amable de un gobierno despótico y a gestionar mal una bonanza económica sin parangón. Y hasta este punto, fue candidato pensando que, ante las sagaces arremetidas de la sociedad opositora, el MAS no volvería al poder.
Es así como, en el poco tiempo que lleva, el presidente sufre los embates y el desgaste que Evo empezó a recibir pasada la década de mandato. Esto demuestra que no solo las políticas del Gobierno de Arce son impopulares, además, pone sobre la mesa la capacidad de reacción de los ciudadanos frente a un gobierno y un partido que están en franca debacle. Arce creyó, siguiendo la línea marcada desde La Habana y Caracas, ser capaz de articular todo un aparato corrompido a su favor y salir campante, pero la política no sigue la lógica regular de las mareas, sino el capricho efímero de las olas y las circunstancias caen por su propio peso. Arce no ha aprendido la lección, después de todo parece que no es el tipo inteligente que se creía que era: las arremetidas despóticas, además de exacerbar los ánimos de la gente, desgasta al gobierno de forma insalvable.
Han pasado tozudamente del debate sobre el ‘golpe de Estado’ a la pretensión del uso irrestricto del rodillo masista, pasando por la aplastante persecución y secuestro de la expresidenta Añez y la barbarie burocrática y económica en tiempos de pandemia. En eso se resumen toda la gestión de gobierno de Luis Arce en apenas un año.
Mientras el despechado vicepresidente muestra su verdadero rostro para sorpresa de algunos y el caudillo presenta sus memorias en Argentina, rodeado de falsos halagadores que muestran una sonrisa impostada en medio del extravío, el presidente Arce prueba el infortunio, la desazón de un gobierno a cuestas, o más bien en picada, que se apoya en una COB desprestigiada y se retrotrae y tropieza una y otra vez en sus mismos errores sin entender la política democrática y sin ofrecer un proyecto nacional. La improvisación seguirá dando vueltas por la plaza Murillo y el tiempo seguirá en marcha como una saeta, la pregunta es, ¿cuánto de él le quedan a Luis Arce y a su Gobierno sin rumbo?