Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: lunes 08 de noviembre de 2021
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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“Este 8 de noviembre de 2020 iniciamos una nueva etapa en nuestra historia, y queremos hacerlo con un gobierno que sea para todas y para todos, sin discriminación de ninguna naturaleza. Nuestro gobierno buscará en todo momento reconstruir nuestra patria en unidad para vivir en paz”.
Pasaron exactamente 365 días y el anuncio de vivir en paz quedó en el discurso de posesión del presidente Luis Arce. Bastará ver hoy cualquier informativo de inicio de jornada para constatar que la situación de inestabilidad social no ha cambiado en nada desde 2019 y, por el contrario, la conflictividad en las calles tiende a subir.
Lo peor es que la confrontación es alentada por el propio Presidente, quien, desafiante, ha llamado a sus bases a movilizarse contra un nuevo fantasma de golpe de Estado. Y es que ahora cualquier protesta contra el gobierno es considerada golpista. Conclusión: si no te sumas al coro oficialista, no eres demócrata.
Parecía que, aun con sus alusiones a un golpe contra Evo Morales que nunca existió, ese domingo 8 de noviembre de 2020 Arce había entendido que los bolivianos habían acudido a las urnas tres semanas antes esperanzados en que las soluciones democráticas se impongan a los llamados a una guerra civil.
“Es el voto de un pueblo que no quiere bienestar para unos cuantos, sino para todos; que no quiere alegría para unos cuantos, sino para todos. A pesar de las diferencias, estamos en la obligación de estar a la altura del pueblo, que nos demanda unidad, paz y certidumbre”, insistió en su discurso.
Y, si Arce proyectó esa ruta de pacificación en unidad, su acompañante y vicepresidente, David Choquehuanca, prometió cimentarla de la mano con los partidos de la oposición. En su discurso pronunció una frase que quedó marcada como un sello de sus “buenas” intenciones. “Nuestra verdad es muy simple: el cóndor levanta vuelo sólo cuando su ala derecha está en perfecto equilibrio con su ala izquierda”, dijo.
La oposición, y buena parte del país, recibieron sus palabras de pie y con aplausos, porque abría la esperanza de un nuevo futuro para el país, con heridas y cicatrices, pero con unidad para avanzar en la búsqueda de mejores días para todos.
Un año después, se le corrió el maquillaje, el equilibrio de alas también quedó archivado en un discurso y, tal como hizo Arce, llamó a sus bases a movilizarse contra los opositores en las calles. No sólo eso, advirtió además que usarán “todos los recursos” que estén a su alcance para defender su gobierno.
Y, claro, llamó la atención que luego las Fuerzas Armadas movilicen equipamiento hasta Santa Cruz, donde existe el mayor respaldo al paro indefinido que comienza hoy en demanda de la abrogación de la Ley 1386. Para rematar, Arce, desafiante, envió un mensaje a sus seguidores: “unidos nos tiemblan, nos tienen miedo”.
El binomio acertó con las vacunas durante su primer año de gestión y esto repercutió en una leve mejora de la economía, pero la paz y el equilibro de alas sólo fueron adornos en sus discursos de posesión, ya que ambos, como lo hizo Evo Morales en 2019, ahora alientan el choque entre civiles en las calles con el argumento de la defensa del gobierno. Los gobiernos democráticos contienen las protestas sociales cuando se desbordan con las fuerzas del orden, no con grupos de choque que actúan con fanatismo.
Habrá que recordar que hace dos años el responsable de esta fórmula renunció ante la presión social y dejó el país mientras en las calles perdían la vida sus compatriotas. Por fortuna, sus grupos de choque, que en ese momento amenazaban con una guerra civil, no tuvieron el cuerpo suficiente para concretar sus amenazas.
Esperemos que eso nunca ocurra porque la mayor parte de los bolivianos aspiramos a que se supere la confrontación, se consolide la paz y Bolivia comience a volar con las dos alas en equilibrio, buscando un solo destino: un país mejor para que vivan los bolivianos de izquierda, de derecha, del centro, de arriba o de abajo. Lo otro es una apuesta a caer en el precipicio.