Medio: El Diario
Fecha de la publicación: domingo 31 de octubre de 2021
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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Nunca en la historia nacional se ha creído que la
política partidista no es importante y menos que, en su momento, no pueda ser
beneficiosa cooperando inclusive a las autoridades y, además, si se está en
funciones de gobierno, confrontar con partidos políticos que se encuentran en
el llano; pero, de ahí a pensar o creer que el partido en el gobierno es
fundamental para la buena marcha del gobierno, hay mucha distancia.
Muchas veces ocurre que para gobernantes que han tenido apoyos sustanciales
de su partido político para asumir el cargo, es de “vital importancia el apoyo
y guía del partido”; es, en todo sentido, una falsa posición porque si bien el
partido puede cooperar, sugerir, proponer, presentar estudios y mostrar al
régimen sus aciertos y errores, no quiere decir, en modo alguno, que pueda y
debe asumir posiciones de mando en “qué dirá, qué pensará, cómo obrará,
aprobará o no lo hecho, autorizará su realización el partido o no”, que no
corresponde ni es pertinente a su labor de asesoramiento. En otras palabras, el
partido no tiene autoridad, no está revestido de autorización legal alguna para
ordenar y disponer, para negar o aprobar lo que haga o diga el gobierno, que es
el que tiene el poder constitucional debido. El partido, a cuyas filas
pertenecen determinadas autoridades, no manda ni dispone ni ordena ni tiene
poder alguno; es, simple y llanamente, una especie de asesor, pero sin
autoridad ejecutiva o con potestades mayores a las del gobierno.
Es preciso, pues, que todos los componentes de un partido político — en el
gobierno o ajeno a él– tomen conciencia de país y no esperar que el país esté
supeditado a su voluntad y decisiones. El partido es eso, un partido político
conformado por una militancia de la que hayan sido escogidos algunos para
ejercer funciones en el gobierno cumpliendo mandatos de las leyes. Todo muestra
la urgencia de tener conciencia de país y comprender que la política partidista
está al servicio del país y no para servirse de él.
Las conveniencias de partido son nada ante lo que es el país y sus
intereses. Cada gobierno, al asumir el mando de la nación, debe hacerlo con la
convicción de que recibe la encomienda de servir a Bolivia, conjuntamente la
misión de que todos, sin distinción alguna, deben tomar conciencia de país y su
deber de amarlo, prescindiendo de otros sentimientos o intereses ajenos al
pueblo.