Medio: ANF
Fecha de la publicación: miércoles 04 de julio de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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Se acaba de presentar e incluir en el debate de la opinión pública el Proyecto de Ley de Organizaciones Políticas por parte del TSE-Bolivia.
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Opinión
4 de julio de 2018 14:47
La militancia política
Se acaba de presentar e incluir en el debate de la opinión pública el Proyecto de Ley de Organizaciones Políticas por parte del TSE-Bolivia.
Varios aspectos son remarcables y discutibles del mismo, sin embargo, a la luz de los debates contemporáneos de la democracia, quisiera invocar un aspecto que considero crucial y que tiene que ver con aquella idea de lo que somos los ciudadanos y su relación con las organizaciones políticas; o lo que es lo mismo, con la representación política.
Llevando el asunto de atrás hacia adelante, los antiguos entendían que la condición de ciudadanía era un privilegio, un don que se les otorgaba; y en esa magnitud uno tenía que hacer honor a esa condición que se adquiere en función de pensar con un sentido colectivo lo que se realice en la ciudad-Estado.
Volviendo a nuestros días, no se puede dejar de sentir la tentación de pensar qué ocurre en nuestro contexto al respecto, es claro entonces que el ejercicio por excelencia que se entiende como ciudadano es el de participar votando en los distintos procesos electorales y participando en alguna organización política sea como candidato o militante.
Cuando se escarba en el Proyecto de Ley mencionado respecto al tema de la militancia en organizaciones políticas, la primera observación que emerge al respecto es que se sigue ofertando una serie de derechos más que deberes; es decir, quince contra seis respectivamente.
En la cantidad y en la lectura cualitativa de derechos y deberes, se observa que no existen concretamente incentivos claros para que los ciudadanos cada vez más desafectos con la política sientan motivación para cambiar esa tendencia y entonces terminen militando por alguna organización política.
Así como reprochamos la actitud de los dirigentes partidarios cuando observamos alguna irregularidad, también se debería tener una lectura autocrítica que vaya en el sentido de pedir que el militante lo sea porque esa condición de tal es algo que los dignifica como ciudadanos, de tal forma recuperamos algo del valor positivo a lo público.
Es importante mirar en perspectiva de evaluación aquellos factores que probablemente nos llevaron al actual escenario de desinstitucionalidad del sistema partidista, y este factor de la militancia es sin duda uno de los componentes cruciales en la vida política partidaria; porque nos hemos empeñado como sociedad en entender que cada elección se convierte en la lucha por el futuro de la civilización, cuando debería ser un momento de disputa entre adversarios circunstanciales.
Varios aspectos son remarcables y discutibles del mismo, sin embargo, a la luz de los debates contemporáneos de la democracia, quisiera invocar un aspecto que considero crucial y que tiene que ver con aquella idea de lo que somos los ciudadanos y su relación con las organizaciones políticas; o lo que es lo mismo, con la representación política.
Llevando el asunto de atrás hacia adelante, los antiguos entendían que la condición de ciudadanía era un privilegio, un don que se les otorgaba; y en esa magnitud uno tenía que hacer honor a esa condición que se adquiere en función de pensar con un sentido colectivo lo que se realice en la ciudad-Estado.
Volviendo a nuestros días, no se puede dejar de sentir la tentación de pensar qué ocurre en nuestro contexto al respecto, es claro entonces que el ejercicio por excelencia que se entiende como ciudadano es el de participar votando en los distintos procesos electorales y participando en alguna organización política sea como candidato o militante.
Cuando se escarba en el Proyecto de Ley mencionado respecto al tema de la militancia en organizaciones políticas, la primera observación que emerge al respecto es que se sigue ofertando una serie de derechos más que deberes; es decir, quince contra seis respectivamente.
En la cantidad y en la lectura cualitativa de derechos y deberes, se observa que no existen concretamente incentivos claros para que los ciudadanos cada vez más desafectos con la política sientan motivación para cambiar esa tendencia y entonces terminen militando por alguna organización política.
Así como reprochamos la actitud de los dirigentes partidarios cuando observamos alguna irregularidad, también se debería tener una lectura autocrítica que vaya en el sentido de pedir que el militante lo sea porque esa condición de tal es algo que los dignifica como ciudadanos, de tal forma recuperamos algo del valor positivo a lo público.
Es importante mirar en perspectiva de evaluación aquellos factores que probablemente nos llevaron al actual escenario de desinstitucionalidad del sistema partidista, y este factor de la militancia es sin duda uno de los componentes cruciales en la vida política partidaria; porque nos hemos empeñado como sociedad en entender que cada elección se convierte en la lucha por el futuro de la civilización, cuando debería ser un momento de disputa entre adversarios circunstanciales.
Además, pensar constructivamente este asunto de la militancia, puede conducirnos de alguna forma a atacar uno de los eslabones clientelares en las relaciones de poder que impera en nuestro medio, de tal suerte que quizá encontremos una llave para terminar de resolver la transición política de tener unos partidos que se comportan como máquinas electorales y estemos frente a organizaciones políticas institucionalizadas.
Marcelo Arequipa Azurduy es politólogo y docente universitario.