A partir de hoy, el país ingresa en una nueva espiral de confrontación cuyo primer efecto será invertir todos los esfuerzos en desgastar al rival. Como consecuencia, la atención del país estará puesta en las diferencias políticas y no así en las urgencias económicas.
Bolivia ya no puede abastecer con su producción la demanda de gas para cumplir con los contratos de exportación y a la vez satisfacer la demanda interna del energético. Así lo demostró el pedido que hizo el Ministerio de Hidrocarburos a la Empresa Nacional de Hidrocarburos (ENDE) para que reduzca su demanda para las termoeléctricas en al menos un millón de metros cúbicos diarios.
Se trata de un baldazo de agua fría que debe hacer sonar la alarma del Estado, porque esa restricción significa que el país ha entrado en una nueva fase como productor de gas, en la cual ya no podrá disponer libremente de las reservas porque estas apenas alcanzan para cumplir las obligaciones contraídas.
Desde hace algunos años se venía advirtiendo el ritmo decreciente de la producción gasífera, y, en paralelo, la falta de nuevas inversiones de exploración que le dieran al país la oportunidad de descubrir nuevos campos y así reemplazar la caída de otros.
Pero, además, la necesidad de cumplir primero con la entrega de los volúmenes contratados a Brasil y Argentina pone en aprietos a la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) porque la Constitución y la Ley de Hidrocarburos establecen que el mercado interno es la prioridad en el abastecimiento de gas, y sin embargo en los hechos se pone por delante el envío de los volúmenes contratados a los compradores externos, a fin de evitar las multas por incumplimiento.
En el caso de ENDE, se sabe que esta empresa ya había sido advertida en diciembre de 2020 para reducir su consumo de gas, pero el compromiso de disminución que debía comenzar en junio reciente fue incumplido. Una serie de cartas que se intercambiaron entre el Ministerio de Hidrocarburos, YPFB y el Centro Nacional de Despacho de Carga recogen la preocupación por ese incumplimiento.
El informe técnico de YPFB al respecto es muy contundente: si el sector termoeléctrico continúa con el ritmo actual de consumo de gas, se generará déficits de mayor consideración que incidirán de manera directa en el cumplimiento de entrega al mercado externo.
A la vez, ENDE sufre retrasos en la puesta en marcha de proyectos de generación de electricidad en los proyectos eólicos de Warnes, San Julián y El Dorado, que debían entrar en funcionamiento de manera paulatina desde abril hasta junio.
El tema vuelve a poner en debate la necesidad de que el país emprenda nuevos proyectos de exploración a través de la inversión de grandes empresas gasíferas extranjeras, lo que a su vez pone una vez más en evidencia el factor confianza que Bolivia debe garantizar hacia los inversionistas.
Un país con un discurso hostil a la inversión privada, un gobierno que prioriza una agenda de trabajo politizada, de persecución de opositores, una justicia totalmente desacreditada y corrupta porque se ha puesto vilmente al servicio del poder político, no son precisamente las mejores señales que Bolivia está lanzando hacia la comunicad internacional y las empresas que podrían poner sus ojos en los campos gasíferos.
Hace falta redefinir la agenda de temas más importantes y acabar de una vez con la confrontación. La falta de gas para abastecer el mercado interno está demostrando que hay temas más importantes en el país de los cuales el Gobierno debe ocuparse con urgencia.