Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: lunes 04 de octubre de 2021
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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El discurso de reconciliación que pronunció el vicepresidente David Choquehuanca al asumir el cargo el 8 de noviembre de 2020 fue sólo eso: un discurso. Palabras que ilusionaron, pero que finalmente resultaron ser un disfraz que poco a poco comienza a caer para revelar el verdadero rostro del excanciller de Evo Morales.
Entonces habló de promover las coincidencias con los opositores, de “buscar soluciones entre la derecha y la izquierda” y lanzó una frase que fue un hálito de esperanza para el nacimiento de una nueva forma de hacer política: “El cóndor levanta vuelo sólo cuando su ala derecha está en perfecto equilibrio con su ala izquierda”.
Casi un año después no solamente el cóndor perdió un ala, como dijo el dirigente cocalero Armin Lluta, sino que además el Vice no tiene la menor intención de curar la herida para que su tesis de complementariedad entre opuestos levante vuelo.
Y es que el MAS no quiere alzar vuelo con nadie más que no sea del MAS y el jefe político de Choquehuanca fue lo suficientemente claro en ello, cuando señaló que la única reconciliación posible es admitiendo que su proyecto político es el que conviene al país.
“Ya no más persecución a la libertad de expresión, ya no más judicialización de la política”, sentenció el Vicepresidente ese 8 de noviembre y, sin embargo, todo este tiempo la justicia fue utilizada con fines políticos, tal como lo hizo la anterior administración. Choquehuanca no dijo nada sobre ello, optó por un calculado silencio.
Por unos meses no se sumó al discurso radical del MAS, que busca imponer la idea de que en Bolivia hubo un golpe contra Morales y no una sucesión constitucional producto de un fraude. Incluso en su mensaje por el día de la patria, el 6 de agosto, mantuvo el traje conciliador. “No somos de la cultura de la división”, dijo y aseveró que “reparar una injusticia con otra injusticia es una señal de no haber logrado cambios estructurales profundos”.
Semanas después comenzó a dejar el ropaje, primero en lugares con escasa audiencia. Por ejemplo, el 23 de agosto, en El Alto, durante la inauguración de un campeonato, afirmó que “en el golpe no podíamos ir a la cancha ni entre tres personas, nos llevaban presos”.
Un mes después subió la apuesta y en pleno Concejo Municipal de Santa Cruz, en el acto por el aniversario del departamento, donde se incubó la protesta social contra Evo Morales en 2019, pidió respeto a la democracia “sin golpes de Estado”.
Un día después hizo algo aún más provocador. Rompió el protocolo en el acto central del aniversario cruceño en la plaza 24 de Septiembre para izar una wiphala junto a la bandera boliviana, exceso que fue respondido con otro mayor de Fernando Camacho, gobernador de Santa Cruz y líder de las movilizaciones de 2019. El cruceño cerró el acto abruptamente, con lo que impidió que haga uso de la palabra.
Ya sin el disfraz discursivo, el pasado viernes, durante una entrevista en España, dijo que en 2019 hubo un golpe alentado por varios actores y recomendó “no hacer caso a lo que dice la gente” o a las versiones de los que piensan distinto. La anterior semana una encuesta de Cultura Interactiva para Página Siete reveló que el 58,9% considera que Añez no es golpista y el 61,8% que Evo Morales hizo fraude.
Pero Choquehuanca, como Morales, el presidente Luis Arce y el ala radical del MAS ya tienen una sentencia más allá de lo que diga la gente y no dudan en pregonarla en todos los escenarios posibles.
Pero hay más. Los indígenas de tierras bajas que la pasada semana llegaron a Santa Cruz, después de una marcha de casi 600 kilómetros, invitaron a Choquehuanca a un diálogo para que escuche sus demandas, pero les dio la espalda. Según contó el dirigente Miguel Valdivia, en la Vicepresidencia les informaron que no los podría atender porque estaba de vacaciones. Pero en realidad estaba visitando al Rey de España.
Lo cierto es que los discursos de Choquehuanca no tienen ninguna relación con sus acciones y parece que sólo sirvieron para mostrar en su momento un falso contrapeso a la radicalidad de Arce y Morales.