Medio: El Diario
Fecha de la publicación: lunes 02 de julio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Pero estos, en algunos países del área, reeditando las “hazañas” de aquéllos, han incurrido, en tiempos recientes, en excesos que siempre fueron repudiados, en el pasado mediato e inmediato. Actitudes que no hicieron otra cosa que desvirtuar la esencia y el contenido democrático. Obviamente que existen excepciones en ciertos puntos geográficos.
Han manejado, emulando a los maestros del autoritarismo, el doble discurso, a fin de distraer, o eludir, los problemas más apremiantes. Y con el objeto, particularmente, de confundir a la opinión pública, dijeron cualquier cosa, menos la verdad histórica. La mentira, o la distorsión de los acontecimientos, fue parte, indudablemente, de esta práctica política.
Se ha reprimido, se ha perseguido, se ha encarcelado y asesinado, en los regímenes espurios e igualmente ha sucedido en los gobiernos legítima y constitucionalmente instituidos, como en el caso de la cuna de Bolívar y la de Sandino. Al clamor popular de mejores días, lo tildaron de político. Y organismos de seguridad, en el marco de las instrucciones superiores, se encargaron de disolver los movimientos de protesta. Muchas veces, inclusive, “metiendo bala”. La defensa de la vida, concedida por el Supremo Creador, fue un enunciado más, ya que no tuvo efecto alguno, en momentos como éstos. Todo fue vano. ¿O dirán lo contrario algunos que no ven más allá de sus narices?
Esa realidad de incertidumbre y zozobra vive la América de nuestros días. Esa “democracia de la muerte” se impone, desgraciadamente, en esta parte del planeta. Y estamos condenados a sobrellevar todos sus rigores.
En consecuencia: estas dos corrientes político – ideológicas han polarizado la opinión pública en diferentes circunstancias de la historia. El autoritarismo como expresión de fuerza y la democracia fundada en las urnas. Estas versiones tienen a sus admiradores y seguidores. Hay gente que añora los tiempos autoritarios y, asimismo, gente que da respaldo a la democracia.
Han generado el desencuentro, en deterioro de la amistad. Han quebrantado la paz social, en desmedro del entendimiento civilizado. Han agudizado la suspicacia, que no hizo otra cosa que frustrar sueños. Han dividido, en vez de unir. Ese es el resultado que arrojaron estas vertientes políticas que se preciaron siempre de antagónicas.
En suma: de veras que no existe una democracia perfecta, sino perfectible en el tiempo y espacio.