Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: sábado 26 de octubre de 2019
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
La salud colectiva no depende solamente de la medicina. Está
fuertemente determinada por la estructura de la sociedad y así como se
beneficia de sociedades bien constituidas, equitativas, y armónicas, la dañan
las irregularidades, desaciertos e injusticias. El populismo acusa a la
democracia de favorecer la concentración de la riqueza con expansión de la
pobreza, reviviendo vicios del capitalismo salvaje; pero el remedio aplicado,
con concentración del poder y expansión de la opresión, resulta peor que la
enfermedad.
El capitalismo actual cada vez es menos salvaje; las
relaciones obrero-patronales mejoran continuamente y el desarrollo de la
responsabilidad social empresarial avanza, no a la velocidad esperada, pero
avanza; mientras las dictaduras, el totalitarismo y los abusos de poder
retrasan el desarrollo, destruyen la naturaleza con un extractivismo
suicida, suprimen las garantías sociales y violan todos los
derechos.
El bienestar social, con todos sus componentes,
promueve el desarrollo humano y la salud. No hay enfermedad que obedezca
solamente al agente infeccioso que la provoca o al trastorno metabólico, o
degenerativo que aparecen como sus causas inmediatas. Todas están relacionadas
con la calidad de vida, que en gran parte depende de las condiciones creadas
por los Estados para garantizar fuentes de trabajo, empleo, educación,
libertades ciudadanas, vigencia de los derechos humanos y, naturalmente, también
atención médica de la mejor calidad.
Al comentar el incremento inaceptable de los
feminicidios, comentamos anteriormente la cascada de la muerte de los regímenes
totalitarios, cuyos gobiernos emplean la violencia estatal para reprimir, más
que prevenir, para castigar más que enseñar; inician así un ciclo de violencia
que genera más violencia en toda la sociedad. Bloqueos, incendios u otras
formas de confrontación reemplazan al diálogo constructivo y al libre
intercambio de opiniones.
En estas condiciones, el abuso de poder se constituye en
fuente de violencia que, respondida con parecida reacción social, se liga al
machismo para originar la violencia intrafamiliar, en la cual la vertical
autoridad del padre choca con el ideal de libertad del adolescente y genera
rebeldías incontroladas, origina vandalismos, drogadicción, violaciones, y
escalón por escalón, llega a los extremos del feminicidio, el
infanticidio y hasta el ecocidio, que aumentan a diario en nuestro país.
En este marco de violencia generalizada se realizó la
consulta electoral del domingo pasado, milagrosamente en paz y calma. Todos
sabían las enormes desventajas de competir en condiciones dispares contra el
abuso de poder incontrolado, pero tenían fe en sus propias convicciones y acudieron
a las urnas, y votaron porque termine la dictadura. El fracaso del cambio
prometido, el incendio de la Chiquitania, los vínculos oficiales con el
narcotráfico, el derroche de inversiones improductivas, la corrupción, la
incapacidad reiterada de la administración pública y otros fracasos
gubernamentales enardecían la decepción, y alentaban la esperanza
democrática.
Antes del escrutinio, el intercambio telefónico con colegas
y amigos, en diferentes barrios de La Paz y algunas ciudades del interior del país,
mostraba un triunfo holgado de Comunidad Ciudadana. El triunfo de la democracia
era evidente, pero esta impresión cambió cuando la Corte Electoral empezó a
publicar los resultados del TREP. Inicialmente, parecía que los resultados
nacionales legítimamente podían ser diferentes de los de nuestras mesas,
hasta que la Corte paró abruptamente el conteo rápido. Cuando lo reinició, 24
horas más tarde, cambió radicalmente la tendencia. Los resultados pasaron a
favorecer a Morales, tan exageradamente que los observadores de la OEA y la
Comunidad Europea denunciaron el hecho.
Más tarde, expertos ingenieros precisaron la modalidad
del gigantesco fraude con detalles irrefutables. Más de un dirigente masista
reconoce “falencias” y tres miembros destacados del TED renuncian. Pero el
abuso de poder no para, el Presidente, ciego y sordo a los reclamos, insiste en
su “victoria electoral”.
Los médicos recuerdan que unidos al pueblo lograron la
abrogación de un Código Penal totalitario. La opinión internacional recomienda
segunda vuelta. Militares piden a su comandante no enfrentarlos con el
pueblo y todo el país convulsionado se aferra a defender lo justo. El
país queda ubicado así entre la violencia del poder espurio, tipo Maduro, y la
fuerza de la razón. Pero la esperanza no está perdida. Podemos recuperar la
democracia.