Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: sábado 26 de octubre de 2019
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Marchas, bloqueos, paros y otros
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¿Crisis de la democracia o la democracia en crisis? Los
últimos días las calles de varias ciudades se han visto rebasadas por
multitudes enojadas. Hace unas semanas Quito, luego Barcelona, otra vez Hong
Kong y acá al lado, Santiago de Chile.
En todas estas urbes la cantidad de gente ha sido tan
abrumadora como las razones de la protesta. Los ecuatorianos salieron a
protestar por un alza del 100% del precio de la gasolina, que -como sucede en
Bolivia- estaba siendo largamente subvencionada por el Estado. El Gobierno,
asfixiado por el déficit fiscal decidió aplicar la receta del FMI y nivelar el
precio, y casi muere en el intento: tuvo que retroceder en la determinación.
En Hong Kong la cuestión también es política. Los ciudadanos
de esa isla llevan cuatro meses en un movimiento pro democracia que encarna su
reacción al intento de dominación y control de sus libertades por parte de
China continental. El pasado fin de semana, con más violencia que nunca,
decenas de miles de ciudadanos explotaron su bronca en la calle y fueron
duramente reprimidos.
En Barcelona, más de 500 mil personas se manifestaron en
medio de una huelga general después de que España condenase a los exlíderes
separatistas a prisión. Allí, el problema no es menos complejo; es una cuestión
de siglos o que al menos viene cultivándose desde la caída del dictador Franco
y que ahora ha explotado también como expresión de hartazgo ante desequilibrios
económicos y regionales que los gobiernos no consiguen resolver.
Santiago de Chile, la “perfecta” capital sudamericana, se
convirtió en un polvorín en días pasados cuando un incremento en la
tarifa del metro (transporte público) sublevó primero a los estudiantes y luego
a vándalos que sembraron el caos en la urbe. Desde la cruenta dictadura
de Pinochet que Chile no vivía un estado de excepción: el Gobierno impuso
el toque de queda ante la violencia y los saqueos, y suspendió el alza de
tarifas, entre otras medidas. Con todo, nada está resuelto aún . Por el
contrario, lo que parece haber detonado este conflicto es una serie de profundos
problemas de inequidad, desequilibrios y distorsiones que hacen parte de
esta sociedad.
Como se puede ver en los ejemplos, los que salen a la calle
a manifestar son ciudadanos de urbes de bienestar económico y
tradicionalmente de relativa tranquilidad. ¿Qué está detonando el
malestar?
Aunque no se puede poner todas las protestas en la misma
categoría, en los casos expuestos el pueblo toma las calles cuando
la democracia misma no le da los mecanismos de protesta que quiere; y,
peor aún, cuando no le ofrece respuestas a sus demandas más básicas.
Falta de solidaridad a la hora de los ajustes, libertades
democráticas restringidas, crecimiento sin equidad y otros, son los gatillos
del hartazgo civil, especialmente porque los representantes elegidos por la
democracia no consiguen gestionar adecuadamente los reclamos
y aspiraciones. No es un tema ideológico, es más un llamado de atención
de esas clases medias que sostienen los sistemas de gobierno pero que son
olvidadas por éstos.
En Bolivia el pueblo siempre ha salido a las calles, incluso
para pedir que no se cambie el horario de un programa de televisión; es casi un
deporte nacional, pero esta vez, a través de los cabildos y la participación
masiva de jóvenes, se ha mostrado nuevamente que la calle es entendida como el
espacio de la denuncia, de la libre expresión; el lugar donde el pueblo puede
hacerse sentir con fuerza.
Esto debe ser bien interpretado y valorado por los
gobiernos, independientemente de su ideología. Vivimos tiempos populistas, en
el sentido literal del término, pero no porque estas manifestaciones civiles
sean un apoyo a medidas populistas o demagógicas, sino porque expresan aquello
que la democracia no está sabiendo responder. Definitivamente, esta emergencia
civil en las calles es un llamado a volver a la realpolitik y a sintonizar con
la gente, algo que pocos regímenes están dispuestos a hacer.