Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: jueves 28 de junio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Evo Morales, como caudillo, ha ingresado a una de las etapas más críticas de su figura totémica. Ha perdido credibilidad, favoritismo, confianza, ética y moral. Entonces se hace más vulnerable aún. Desde esa posición tiene que adoptar una conducta autoritaria y evitar ceder el poder de forma voluntaria.
La voluntad general es indestructible, titula el capítulo I del Libro Cuarto de El Contrato Social de Juan J. Rousseau. “La voluntad general es siempre constante, incorruptible y pura. Cuando es menos que esto, deja de ser voluntad general”.
Desde mi análisis, sólo las acciones taxativas y de facto pueden hacer que esa voluntad general se altere y se convierta en un muro en el que el gobierno, como autor intelectual y material de esas maniobras de hecho y sus mecanismos de coerción, se hagan añicos. Entonces la voluntad popular se convierte en una acción invencible que no se detendrá hasta lograr su reencause y sentir la devolución de su dignidad y respeto asaltados.
“Cuando el Estado, próximo a su ruina, no subsiste sino por una fórmula ilusoria y vana; cuando el vínculo social se ha roto en todos los corazones; cuando el más vil interés se ampara descaradamente en el nombre sagrado del bien público, entonces la voluntad general enmudece: todos, guiados por motivos secretos, no opinan ya como ciudadanos, como si el Estado no hubiese existido jamás, y se hace pasar falsamente por leyes decretos inicuos, que no tienen por fin más que el interés particular”.
El 21 de febrero, esa voluntad se convirtió en una acción insobornable. El NO nunca había sido tan positivo, no sólo para decir que el poder acaparador, corrupto y deshonesto había roto sus vínculos con el mandato general, sino también para corroborar que la soberanía reside en el pueblo y que la voluntad de un país siempre mandará sobre cualquier intento por inhabilitarla.
El triunfo del NO fue limpio e independiente.
Ahora, es el espejo en el que el presidente Evo Morales y su gobierno se ven reflejados en grotescas imágenes de absurdos, contradicciones, corrupción, mentiras, tráfico de influencias y lío de faldas.
El ingreso al laberinto en el que se encuentra atrapado el Gobierno fue sistemático, los escándalos se acumularon y se convirtieron en bombas de tiempo que el referéndum del 21F se encargó de detonarlas. “El poder nunca es estable cuando es ilimitado” , Tácito.
Todo poder siempre guarda un gran espacio siniestro y oscuro. Es el que tuerce los caminos rectos para consumar despropósitos. La cara conocida del poder ilimitado como un corruptor y acumulador de miserias siempre fue indiscutible.
El NO ha demostrado que no son los caudillos, ni la presencia amenazadora del mandamás, ni los tótems indestructibles e intocables que pretenden perpetuarse los que deciden los destinos y la voluntad general de un pueblo, sino las gestiones y demandas de sus ciudadanos, de esa sociedad abigarrada que reclama bienestar, transparencia y progreso. Eso fue lo que ocurrió el pasado 21-F, un ejercicio democrático que plantó cara a un gobierno que deterioró la institucionalidad democrática y la administración de los intereses más sensibles de su población.
De eso se trata justamente la alternancia en el Gobierno, excelentísimo señor presidente Evo Morales Ayma, de que tú, por decisión democrática del soberano ya no te presentes como candidato a la re-reelección en las próximas elecciones de 2019 y des lugar a otras figuras políticas, de tu mismo partido o de la oposición. La alternancia en el Gobierno es un elemento esencial de la democracia, Presidente. La continuidad indefinida en sus cargos del o de los mismos titulares del Ejecutivo, aún en el caso hipotético de que ello sea el resultado de un pronunciamiento electoral libre del pueblo, sin coacción ni fraude, es, en principio, un factor nefasto para la democracia.
La alternancia no tiene nada que ver con modelos económicos ni políticos, como lo propusiste. Es el cambio hacia una nueva propuesta y destino común. La alternancia desbarata lo que justamente ahora está floreciendo en tu Gobierno: la corrupción, el tráfico de influencias, la mentira y los favoritismos. “No quiero que me den, sino que me pongan donde hay".
Carlos Mesa acierta cuando dice que nadie es imprescindible. Los gobiernos son transitorios y temporales, sólo de esa forma se protege el fortalecimiento y la institucionalidad democrática y se asegura nuevas figuras y liderazgos que, entre otras cosas, jamás sucedió en el seno de su partido.
Todo poder es una conspiración permanente, decía Honoré de Balzac. Por eso también el poder posee una propensión natural a concentrarse y a medida que se agiganta se hace menos benéfico, más corruptor y pernicioso.
La concentración del poder económico se basa fundamentalmente en la concentración del poder político, y viceversa. Son una correlación de fuerzas que obligan irremediablemente a lo que hoy vive Bolivia: un adormecimiento intelectual y de liderazgo que subyace en una estructura política labrada a golpes de martillo y de discursos desfigurados que ya han conseguido el conformismo y la resignación.
El laberinto político en el que se encuentra el MAS y su Gobierno, no tiene nada que ver con imperialismos, ni enemigos internos, ni externos, ni con redes sociales. Ni siquiera con la oposición política escuálida e inoperante, su laberinto tiene que ver con su propia administración. Con el sistemático desajuste de los principios elementales democráticos y apego sagrado a las leyes. Tiene que ver con un afán de ocultar y de socapar irregularidades provocando la creación de grupos de poder económico y político. Su entorno y su Gobierno son sus principales enemigos. “Aquellos que pueden hacerte creer absurdidades, pueden hacerte cometer atrocidades”, decía Voltaire.
Bolivia ha ingresado a una etapa en la que se tendrán que definir acciones frente a emociones básicas: miedo y esperanza, como sentenciaba Spinoza. Evo Morales no contempla para nada dar un paso al costado en pos de afianzar nuestra frágil democracia. más aún, su posicionamiento engorda y su retórica se hace cada vez más enfática. Hay un afán de legitimar, “metiéndole nomás”, su conducta antidemocrática, buscando entre la bruma argumentos inconsistentes que involucren a sus elites que todo lo legitiman y laboran día y noche para que lo malo siempre parezca bueno.