Medio: Nuevo Sur
Fecha de la publicación: miércoles 27 de junio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Andrés José Mora Ruiz
En el fondo, una organización política con el perfil de un partido podrá pasar a la historia de la humanidad como una fase, no ingrediente, dentro de los procesos de democratización de la sociedad; y no como condición indispensable. Hace, más o menos, cien años, el sociólogo alemán Robert Michels diagnosticaba esto a lo cual hago referencia. Su “Ley de Hierro de la Oligarquía” se basó en sus estudios sobre sistemas, sindicatos y militancia en partidos políticos. En resumidas cuentas, los partidos políticos representan máquinas electorales que participan en y con, principios democráticos, pero al mismo tiempo, sacrifican a lo interno, la esencia de la democracia. Michels afirmó que ello se debía a la burocratización del partido y de la profesionalización de su líder, que en lo sucesivo se iba haciendo independiente de la masa. Esto quiere decir que, la eficiencia en el funcionamiento del partido se sustenta en decisiones más verticales, y de la acción cada vez más contundente del líder. Todo ello explica la famosa idea que la gente tiene de los políticos; antes, durante y después de una campaña política. “Antes saludaban” dirán, “ahora son invisibles”. Y en ese sentido, todo partido necesita de la democracia para conformarse y empoderarse, luego se convierten en la némesis de lo democrático: la democracia en contra de la democracia, toda una paradoja humana. Así pues, “tanto en autocracia como en democracia siempre gobernará una minoría” afirmaría el sociólogo, porque toda organización se vuelve oligárquica para funcionar. Evidenciar esto no se requiere de mucho análisis. Solo basta con observar nuestra realidad, cultura y funcionamiento “democrático” en todo el mundo.
¿Por qué hablar de todo ello? Un sistema clientelar; por ejemplo, es un atentado a la democracia, es reflejo de un sistema oligárquico disfrazado de democracia. Es un secreto a voces. Ser un trabajador o funcionario público pasa por un proceso de fidelidades personales y partidistas, por encima de la institucionalidad. Seguimos vivienda la era del carnet político, y lejos estamos de los méritos y del respeto por la dignidad ciudadana y Estatal. Con esta realidad legitimamos un sistema antidemocrático, le aceptamos en “pensamiento, palabra, obra y omisión”. ¡Así ha sido siempre y no pretendas cambiarlo porque te puede ir mal! Es la frase del común, sin sentido.
Otro elemento del cual se le puede reprochar al accionar del partido político es a su voz y argumento, en perjuicio del razonamiento del sujeto. Aquí también se cumple la nombrada ley de hierro: La eficiencia en perjuicio de la democracia, no hay tiempo ni espacio para la crítica, autocrítica o disertación, el líder (o líderes) habla y el militante obedece. La voz del partido es la voz oficial por encima de cualquier disertación ya que no se pueden mostrar los flancos débiles de la diferencia y diversidad (donde en realidad radica fuerza de la democracia). La micropolítica, tema que abordaremos después, ofrece una luz a esta realidad. No en vano, cada vez más la sociedad se sigue organizando en movimientos donde la diversidad es su principal característica, y por ello la acción ciudadana es focalizada en lo cotidiano e inmediato. Cada día más la figura del partido político se desgasta y desgasta la política. De allí se desprende la justificación de las organizaciones no gubernamentales, de los movimientos sociales y demás instancias de participación y crítica ajenas a la figura del partido. El empoderamiento ciudadano siempre estará en poder contar con su capacidad crítica. Poder disentir es un derecho fundamentalmente democrático. Si el Estado funciona sin importar las inclinaciones políticas de los gobiernos, responde a las demandas sociales y brinda los espacios para que las comunidades resuelvan sus problemáticas se habrá hecho lo suficiente para remediar la negativa acción de los mercaderes de la política.