Medio: La Razón
Fecha de la publicación: miércoles 27 de junio de 2018
Categoría: Legislación electoral
Subcategoría: Leyes nacionales y decretos reglamentarios
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La Razón (Edición Impresa) / César Navarro Miranda es ministro de Minería
00:00 / 27 de junio de 2018
Las organizaciones políticas no son pues siglas electorales que se fundan u organizan solo para participar en las elecciones, sino estructuras partidarias que tienen como fin la disputa del poder político y el liderazgo del Estado en el supuesto de obtener la mayoría absoluta en elecciones generales.
El partido político tiene que expresar visión de Estado, de economía, de sociedad, etcétera: su concepción ideológica. Si no presenta su concepción de mundo y se esconde en generalidades o slogans, demuestra su sentido infantil en política, porque no está proponiendo un proyecto de Estado a la sociedad, sino solo consignas emotivas, coyunturales o electorales. La militancia se define como un grupo de hombres y mujeres que se sienten interpelados por la concepción ideológica y asumen como suya esa propuesta de Estado. Porque la militancia significa participar activamente en la estructura organizativa, en la convocatoria al pueblo a sumarse al proyecto, en la difusión de las ideas, es decir, en constituir sentido de pueblo la propuesta partidaria; la validez de esta práctica se mide en la recepción democrática del pueblo. Por último, está la estructura partidaria, esto es, la presencia organizativa del partido en el universo territorial (nacional, departamental y municipal), donde mujeres y hombres independientemente de su condición participan democráticamente en la vida ordinaria y orgánica del partido.
Son requisitos sustantivos, si entendemos al Estado como la institución de disputa y ejercicio del poder político.
Nuestra democracia tiene en los partidos, agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas originarios campesinos reconocidos por el Órgano Electoral como a los actores titulares del sistema electoral, pero nuestra realidad muestra una cara diferente. El sistema político aún no tiene estabilidad ni mucho menos institucionalidad multipartidaria. Desde las elecciones nacionales de 2002, el MAS es la única organización política estable con estructura y militancia con presencia nacional, las otras organizaciones o frentes políticos se organizan en función de la temporalidad electoral. Por un lado, tenemos líderes con imagen mediática, con sigla electoral pero sin estructura partidaria y tampoco militancia política; por otro, líderes en función del ejercicio público subgubernativo (gobernaciones y municipios), su estructura y militancia gira en torno a sus propios funcionarios públicos y su influencia no supera las fronteras de la institución pública territorial.
Esa es la realidad de nuestro sistema político de partidos, ahí será el escenario donde se desarrollen las primarias partidarias.
Nuestra democracia alcanzó la madurez política porque en su misma transformación estuvo también la superación de las crisis que crearon los actores políticos neoliberales. Los titulares de la caduca democracia representativa fueron devorados por la misma democracia en su proceso de transformación y constitución de la nueva institución democrática representativa, deliberativa y participativa, pero los políticos de oposición aún no llegan a comprender este escenario político y su reto está en ser sujetos políticos como opción de poder y no solo como alternativa en la papeleta electoral.
Las primarias convocarán a los militantes, simpatizantes y pueblo a participar, pero esa convocatoria es el efecto de estructuras internas, de líderes, de propuestas y el que obtenga el triunfo es el candidato; es recién en ese momento que las primarias se constituyen en momento fáctico de la democracia interna.
El valor de la primaria constituye un escenario democrático, que depende de las organizaciones políticas, que contribuirá a que la misma oposición construya su propia institucionalidad partidaria y el oficialismo consolide su estructura partidaria a nivel nacional.Son estos requisitos que marcan la alternancia o la continuidad en el poder, porque en última instancia quien define la representación y la composición del poder es la participación democrática del pueblo.
El pueblo no es objeto electoral, es sujeto interpelado, convocado, seducido por el líder, por la propuesta, por la organización, y su decisión individual como suma de voluntad colectiva define la institucionalidad de los poderes públicos del Estado.