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Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 27 de julio de 2021
Categoría: Conflictos sociales
Subcategoría: Conflictos limítrofes
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Que los habitantes
enardecidos de un país hayan quemado un hotel turístico de lujo no es algo que
el mundo esté acostumbrado a escuchar. Se conocen casos de hoteles destruidos
por asuntos políticos o guerras internacionales, pero nunca porque los
habitantes están en desacuerdo con el emprendimiento.
Con la quema del
hotel Kachi Lodge, en el Salar de Uyuni, habitantes de Potosí pusieron en el
mapa esta criminal forma de protesta, en contra de sus hermanos orureños que
habían autorizado la construcción de ocho domos de hospedaje en un pedazo del
salar que tanto Potosí como Oruro reivindican como suyo. De hecho, Potosí se
refiere al sitio como Salar de Uyuni y Oruro como el Salar de Thunupa.
El emprendimiento
pertenece a la firma AmazingEscapes Bolivia SRL, de capitales suizos y
bolivianos, y, según un comunicado de la empresa, tenía el aval de la comunidad
Jirira, que se estaría beneficiando con la contratación de personal y servicios
por parte del hotel.
El detonante de la
violencia fue el anuncio de la Gobernación de Oruro, que había planificado
hacer el lanzamiento de su plan turístico en ese punto, a lo que las
instituciones potosinas reaccionaron airadas y decidieron trasladarse hasta el
lugar, donde procedieron a la quema de los domos, sin que la Policía haya
acudido al pedido de auxilio lanzado por Kachi Lodge. Llama la atención la
inacción del gobierno central en una temática que involucra al principal
destino turístico de Bolivia.
Al margen del daño
económico causado al emprendimiento y a la comunidad orureña que era parte del
proyecto, la peor pérdida es para Bolivia porque esta noticia provocará miedo
en los potenciales turistas que preferirán visitar otros destinos antes que el
Salar de Uyuni. Por otro lado, es probable que esto genere una mayor
desconfianza de inversionistas extranjeros en el país.
Dicen los operadores
de turismo que casi todos los atractivos que hay en Bolivia se pueden encontrar
en otros países y que el único destino diferenciador es el Salar de Uyuni, por
lo que lo ocurrido es realmente una mala noticia para la llamada industria sin
chimeneas que, vaya paradoja, ahora literalmente está siendo quemada.
Es probable que
Potosí tenga razón en su reivindicación territorial, no lo sabemos, pero de lo
que estamos seguros es que ésta no se puede resolver quemando un hotel. Es
probable que existan observaciones a su instalación en pleno Salar de Uyuni,
cuando otros emprendimientos hoteleros fueron obligados a abandonar el desierto
de sal y ubicarse en las afueras. Todo eso es probable, pero lo que no se puede
hacer es resolver las diferencias con fuego.
Lo que debería
ocurrir es que las autoridades de ambas regiones que, dicho sea de paso, ambas
son del MAS, se reúnan para resolver sus diferencias dialogando. Y el gobierno
nacional no puede presenciar de palco mientras la industria del turismo se
convierta literalmente en humo.