Medio: La Razón
Fecha de la publicación: martes 26 de junio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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La Razón (Edición Impresa) / Rubén D. Atahuichi López
00:03 / 26 de junio de 2018
Evo Morales está condenado a convivir unos largos meses con la arenga del “Bolivia dijo no”, pronunciada con recurrencia por sus detractores, opositores a su línea y “activistas ciudadanos” rentados. Ante su persistencia, el Gobierno dispuso una medida poco habitual para contrarrestar la arremetida: discreción en la agenda presidencial.
En las últimas semanas, varios actos públicos del Gobierno, especialmente los dirigidos por Morales y el vicepresidente Álvaro García, fueron interrumpidos por el coro de la consigna política. El que mayor repercusión tuvo fue la inauguración de los Juegos Suramericanos, en Cochabamba, cuando un grupo de jóvenes, entre ellos la asambleísta de La Paz de Unidad Nacional (UN) Claudia Bravo, impulsaron la arenga y contagiaron a parte del público.
Ante una campaña electoral anticipada, la consigna del “Bolivia dijo no” resulta muy “noticiosa”, y funciona con la cobertura de muchos medios de información que inmediatamente se hacen eco del hecho a través de titulares o aperturas de los informativos de televisión, que incluso soslayan la condición de los actores y les atribuyen el título de “activistas”, como pasó con la asambleísta Bravo, de UN, a quien la identificaron solo como “una joven activista”.
Es cierto, hay molestia en buena parte de la ciudadanía por la intención de Morales de buscar un nuevo mandato en las elecciones de 2019 a pesar del referéndum del 21 de febrero de 2016 que negó la modificación constitucional para una eventual postulación nueva del actual Presidente del Estado. Esa indignación es canalizada e impulsada por varios partidos, especialmente por UN, que incluso costea la impresión de poleras y carteles (ya es muy conocido el diseño de la tricolor encima de los textos de protesta), y Demócratas.
La estrategia tiene repercusiones mediáticas. Y funciona con solamente movilizar a unos cuantos para hacer ruido como si se tratara del “hecho” informativo y “la” manifestación. Seguramente seguirá irrumpiendo los actos de entrega de obras gubernamentales, la asistencia de autoridades a un evento público o simples acontecimientos deportivos.
Salvo las movilizaciones llamadas con ese fin, que tuvieron hace unos meses gran participación de colectivos ciudadanos, militantes políticos de oposición y “gente de a pie”, la resistencia a la cuestionada repostulación de Morales todavía no logra efectos reales. Y la apelación a organismos internacionales solo consigue premisas políticas y cobertura mediática.
No hay fuerza política capaz de contagiar una movilización mayor, que haga siquiera trastabillar la aspiración oficialista y que plantee al país una respuesta más efectiva sobre lo que creen que es más democrático y una opción más revolucionaria que el actual proceso político. Mientras, Morales y el Movimiento
Al Socialismo (MAS), su partido, parecieran estar convencidos de su camino expedito con miras a un nuevo periodo al frente del gobierno que rigen desde enero de 2006.
A tanto ha caído la ineptitud de la oposición política, que su única acción pareciera ser la estrategia del desgaste del contendor: que el viaje de Morales al Mundial, que el título no logrado de García o los distintos casos de corrupción del Gobierno —que está bien develarlos—, que no logran una movilización real.
Ahora que el Presidente no comunica su agenda como antes, seguirá recorriendo el país en busca de respaldo, hasta legitimar sus aspiraciones, en las narices de la oposición y su discurso del “Bolivia dijo no”.