Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: lunes 14 de junio de 2021
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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La Cámara de Diputados ha sido escenario, la semana pasada,
de un pugilato entre dos asambleístas, uno del oficialismo y otro de la
oposición, y de arteros intercambios de agresiones entre otros, hombres y
mujeres, que se aprovecharon del enfrentamiento principal.
No es la primera vez que esta Cámara se convierte en un
ring. Desde que comenzamos a crear el sistema democrático que ahora está muy
dañado hubo algunos intercambios de golpes. Recuerdo, por ejemplo, el que se
dio entre los diputados Jaime Tapia Alípaz de ADN cuando agredió a Marcos
Domic, de la UDP, cuando éste desarrollaba sus teorías sobre el fascismo en las
que involucraba a Hugo Banzer y sus colaboradores durante la dictadura que
presidió. O el sonoro sopapo que la diputada María Teresa Paz le propinó al
diputado tarijeño Leopoldo López. Pero, se trataba de excepciones, porque se
imponía el duelo verbal y los hubo de primera categoría.
Sin embargo, la vida democrática es ingrata. A medida que el
sistema democrático se consolidaba, la
cobertura de las sesiones parlamentaria decayó y sólo se reactivaba cuando se
trataba de conflictos (en esto los periodistas ayudamos mucho a que avance el
proceso de deslegitimación del sistema político, aunque, hay que aclarar, sus
operadores nos daban el material necesario para hacerlo).
Con la impronta del MAS en el Parlamento cambiaron muchas
cosas. De hecho, sus senadores y diputados, de ambos sexos, llegaron con una
actitud de copamiento, no de debate. No fueron pocas las veces en que, sobre
todo las mujeres parlamentarias, tomaban con violencia la testera obligando a
suspender las sesiones cuando su desarrollo no era de su agrado, y nos fueron
acostumbrando a ello…
La situación se agravó cuando el MAS obtuvo los dos tercios
de los curules (gracias, Tuto). Los asambleístas de la oposición hicieron
filigranas para hacer escuchar su voz y lo hacían con comprensible temor. Pero,
la política es dura y como no había opositores al frente a quienes agredir,
trascendió que las peleas se daban entre los propios asambleístas del MAS,
especialmente con actos de hostigamiento a sus colegas mujeres.
La situación cambió cuando como resultado de las pasadas
elecciones generales de octubre de 2020, el MAS perdió los dos tercios, lo que
hizo salir a sus operadores de sus cabales, precisamente por su falta de
cultura y educación democrática. Ejemplo de ello es el acto interpelatorio al
Ministro de Gobierno, motivo de esta columna.
Se trataba, si la memoria no me falla, de la primera
interpelación en el nuevo escenario político que pudo ser aprovechado por el
MAS como una muestra de respeto al sistema democrático. Por un lado, era una
oportunidad para que el vicepresidente David Choquehuanca haga realidad lo que
dice en sus discursos sobre reconciliación, más aún si no había posibilidad de
censura. Por el otro, para que el Órgano Ejecutivo respete la separación de
Poderes y acuda a la Asamblea Legislativa para defender su gestión de las
críticas opositoras.
Pero, el Vicepresidente invisible decidió no presidir la
sesión, lo mismo que el presidente del Senado, una primera muestra de su
irrespeto por las prácticas democráticas parlamentarias. Segundo, el ministro
de Gobierno comenzó su intervención, cual pandillero de barrio, insultando
soezmente a los opositores. Y cuando se acercó a la testera un asambleísta
opositor para reclamar por el mal manejo de la sesión, otro, del MAS, lo
comenzó a golpear y empujar; luego de un momento de ofuscación, el agredido respondió
con los puños y se armó un barullo que fue aprovechado, como muestran los
vídeos de la sesión, para que algunos asambleístas del MAS agredan arteramente
a sus colegas.
Como todo matón, el asambleísta del MAS no tuvo empacho en
mentir a la hora de explicar su actitud y declarar que fue objeto de una
agresión racial por defender a sus hermanos indígena campesinos…
Si bien no sabemos cómo terminará esta historia, con el paso
del tiempo se transformará en una anécdota. Sin embargo, en las actuales circunstancias
es una muestra más de la poca adhesión democrática del MAS, y, sobre todo, una
advertencia a sus operadores: ahora saben que su violencia puede ser
respondida…
Al margen, conociendo la actuación pública de dos ministros
de Estado, el de Justicia, que es todo un mago, y el de Gobierno, todo un
pandillero, me imagino que las sesiones de gabinete deben ser turbulentas,
razón por la que el Presidente prefiere no convocarlas regularmente.