El asunto de los sucesos de noviembre de 2019 está en pleno proceso de dilucidación. A diario aparecen nuevas revelaciones de parte de los autores intelectuales y materiales del acontecimiento, calificado de rebelión, golpe de Estado, insurrección y otros. Se han producido notables revelaciones y testimonios de algunos de sus protagonistas, en particular, un libro del ex presidente Evo Morales, actor central de ese episodio.
No se debe olvidar –cómo se teme–, la sucesión de los hechos que forman un conjunto indivisible. No se comprende el todo si se dedica los esfuerzos a un detalle aislado o solo a las figuras de Jeanine Áñez y Murillo, vale decir, sería grave error tomar la parte por el todo. Todas las partes están íntimamente relacionadas, como piezas de un rompecabezas.
Al respecto, los hechos de noviembre forman un solo bloque. Alrededor de un aspecto esencial, de una línea roja, giran aspectos secundarios, pero que deben ser tomados en cuenta en íntima interrelación.
En primer lugar, el gobierno de transición de Jeanine Áñez fue claramente un gobierno de doble poder. Se estableció inicialmente como gobierno de un solo poder, pero en su desarrollo se encontró con otro poder (el Legislativo), con el cual decidió formar parte. El Poder Ejecutivo promulgó, entonces, con la presión del Legislativo, un poder paralelo, aprobando, por decreto de 22 de enero, (íntegramente redactado y aprobado por el Órgano Legislativo), la prórroga del poder dual, conformado por los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial y todas las dependencias estatales, Fiscalía General, Fuerzas Armadas, Policía, los 500 mil empleados públicos, etc. En ese momento, todos ellos formaban el Estado Plurinacional, nadie los había desconocido, no habían renunciado, seguían ganando sueldos, asistían puntualmente a sus funciones, sin que alguien los moleste, y dictaban y cumplían órdenes. El Poder Legislativo dictaba leyes y el Poder ejecutivo las cumplía sin observación alguna. Es más, esas medidas se cumplían.
El Poder Ejecutivo del gobierno estaba formado por un grupo político que dictaba leyes, con todas las facultades legales, con o sin aprobación del otro poder, el dual. Los dos poderes formaban el absurdo del Gobierno del Estado Plurinacional, de pleno acuerdo, además, estudiaban las soluciones para diversos asuntos. Así, de hecho, (y hasta de derecho) ese concubinato formaba el Gobierno. Por un lado, la presidenta Áñez y, por otro, la presidenta del Senado que cumplía órdenes transmitidas, desde México, Argentina y Cuba, por el expresidente que gobernaba por teléfono desde Buenos Aires, quien dictaba órdenes, recibía informaciones, etc.
En verdad, el MAS y Evo estaban en el gobierno con mayoría, controlando hasta el 90 por ciento del aparato del Estado. Todos los integrantes del doble poder eran actores y responsables del manejo del Estado, desde Jeanine Áñez hasta Evo Morales. El doble poder fue una realidad palpable e innegable, aunque soslayada por los protagonistas del coup y los medios, que no aceptaban (mejor dicho, no querían aceptar) la realidad de lo que estaba pasando.
Hubo denuncias de prensa, que remarcaban esa situación anormal y que pronosticaban hechos trágicos, pero que cayeron en saco roto y, para peor, más a la corta que a larga, estallarían con escándalo, porque el problema no fue resuelto, persiste, pese a los sucesos. Los dos poderes dentro del gobierno fueron responsables de esa situación y no solo el Ejecutivo, sino también el compañero de viaje ausente y todo el aparato del Estado formado por sus seguidores y que no dejaron el poder ni un instante durante la gestión de Jeanine Áñez.
De todas maneras, los dos poderes en la gestión de cogobierno son responsables de su gestión, la conducción del Estado y el país. No fue únicamente un poder, el de Jeanine. Finalmente, la parte dominante del doble poder –la del MAS–, se impuso, llamó a elecciones, que promulgó sin chistar el Ejecutivo y que favorecieron, como era obvio, al MAS.
Ahora bien, el MAS retornó al gobierno decidido a aclarar lo ocurrido, investiga la cuestión y ha desatado una campaña draconiana, persiguiendo y apresando a la expresidenta, ministros, secretarios, familiares e inclusive a quienes no participaron en forma alguna en el gobierno, no se sabe si por venganza o espíritu de justicia.
En efecto, el gobierno, al parecer, busca aclarar qué pasó en noviembre. Pero las medidas de estudio y castigo solo se aplican a Jeanine y sus seguidores o sea a ínfima parte del gobierno del doble poder, pero no al otro grueso sector, tanto o más importante que el primero, también responsable y cómplice del (des)gobierno de transacción. Sólo sobre el primer sector cae el pese de la justicia, olvidando el principio de que “Todos son iguales ante la ley”, (pero no ante el juez). Los otros son intocables, lo que querría decir que éstos no eran parte del gobierno del doble poder, cuando lo que debía hacerse es enjuiciar a todos los que participaron el gobierno del poder dual, pues, además, sin su participación el MAS nunca habría retornado al gobierno… por decir lo menos.