Medio: La Razón
Fecha de la publicación: viernes 11 de junio de 2021
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Asamblea Legislativa Plurinacional
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La interpelación al Ministro de Gobierno el martes último se
convirtió en una discusión de cantina cuando un diputado del oficialismo se
trenzó a golpes con un senador de la oposición. Las imágenes de la trifulca circularon
rápidamente y sirvieron, nuevamente, para reforzar prejuicios de uno y otro
lado. En los hechos, el bochorno del martes simplemente da cuenta del estado de
la política.
Asimismo, las
reacciones, muchas y de todos los tonos posibles, hicieron más énfasis en las
posibles justificaciones, cuando no elogios, a las habilidades pugilísticas de
quienes se vieron envueltos (y envueltas, porque los golpes también salieron de
manos femeninas) en la trifulca, que en reflexiones acerca de lo que esa pelea significa
para la política y el presente del país. Puede decirse que el diputado Colque y
el senador Montero representan el sentir de una parte de la población, y eso es
peligroso.
Desde el día mismo de la posesión del nuevo Presidente
electo, en noviembre de 2020, fue evidente que la oposición, carente de
proyecto, y sobre todo de liderazgo, convertiría a la Asamblea Legislativa
Plurinacional en una tribuna en la que los gritos y las descalificaciones se
impondrían sobre cualquier intento de diálogo. El oficialismo no demostró mejor
actitud, con un discurso altamente ideologizado que impide acercamientos
efectivos.
Se trata, pues, de actitudes mutuamente excluyentes que
tienen grandes dosis de racismo y clasismo, como se pudo apreciar en las
declaraciones posteriores a la trifulca. En ese contexto es difícil señalar
quién comenzó la pelea, pues es posible imaginar la tensión y frustración
acumuladas en unos y otros. Lo peligroso es que al preferir los gritos, los
insultos y hasta los golpes, las y los asambleístas están olvidando que su
tarea es hacer política y no imponer sus puntos de vista a como dé lugar.
Por lo pronto, el Presidente de la Cámara de Diputados pidió
disculpas por el desaguisado y en la bancada oficialista se ha considerado la
necesidad de enviar a todos los involucrados a la Comisión de Ética; no se ha
escuchado reflexiones semejantes de parte de quienes dirigen las bancadas de CC
y Creemos. Llama la atención, sin embargo, el silencio del Presidente Nato de
la Asamblea y Vicepresidente del Estado, y de otros jerarcas del partido
gobernante.
Así, daría la impresión de que no hay posibilidad de
encontrar un terreno común, lo cual solo puede ser malo para el futuro
inmediato, pues poco a poco se van cerrando las posibilidades de legislar más allá
de la razón instrumental, que desde hace tiempo produce e impone normas
pensadas en el corto plazo y las necesidades de una parte de la sociedad. Es,
pues, deseable que la vergüenza producida por la sesión del martes 8 de junio
induzca a la reflexión y al cambio de actitud, tarea probablemente difícil dada
la polarización ideológica y discursiva, pero urgente para resolver los
problemas del país.