Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: lunes 03 de mayo de 2021
Categoría: Autonomías
Subcategoría: Autonomía Indígena
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
Carlos Alborta
Plataforma Ciudadana UNO
Si algo diferencia la experiencia de vida de los bolivianos en las ciudades, sean capitales o ciudades intermedias, de aquella que viven los campesinos e indígenas en el área rural, sea de la parte andina o amazónica, es la pérdida paulatina de sus orígenes comunitarios y hasta de la noción de comunidad entre los primeros, en contraste con la pervivencia de la comunidad campesina o indígena como un porfiado hecho social y cultural, entre los segundos.
Desde una perspectiva histórica, la comunidad rural tiene una historia muy compleja y diversa en nuestro país, dependiendo de su ubicación geográfica y de cómo se han visto afectadas las comunidades por los diferentes procesos políticos que desde 1952 han influido en su preservación, pero sobre todo en su reproducción a través de políticas de los diferentes gobiernos, relacionadas con la tierra y el territorio.
A partir de esta experiencia histórica particular, sin embargo, se ha venido conformando entre la población urbana y rural de raíces andinas el “comunitarismo” como una difusa, aunque extendida, ideología de la bondad intrínseca de los valores ancestrales aún presentes en las comunidades indígenas
¿Qué es el comunitarismo?
La idea central del comunitarismo es que el sujeto político que reivindica los valores comunitarios, independientemente de su vinculación real con una comunidad concreta, pertenece a una comunidad basada en la memoria. En esta lógica, a esa memoria larga que abarca los orígenes de la comunidad ancestral se le debe lealtad y compromiso. Una característica del comunitarismo es que el proyecto comunitario está por encima de cualquier otro valor individual. La participación de todos en el credo comunitario tiene que ser obligadamente buena en sí misma.
En el contexto de los procesos políticos en los países andinos, el comunitarismo es una narrativa política que tiene a la noción de comunidad como inherentemente buena. Esta comunidad imaginaria está constituida por miembros que van a priorizar el bien común frente a sus intereses individuales. Se trata de una imagen poderosa sobre la que se asienta la idea de que los indígenas constituyen “la reserva moral de la humanidad”, o el prejuicio de una supuesta superioridad moral de los indígenas sobre los denominados q’aras o blancos.
Antecedentes históricos
En el Primer Manifiesto de Tiwanaku (1973), algunos intelectuales y líderes aymara parlantes ya esgrimían ideas alineadas al comunitarismo como ideología de los pueblos andinos secularmente oprimidos: (i) el sentimiento de ser económicamente explotados y cultural y políticamente oprimidos, (ii) la frustración por la falta de participación real de los campesinos quechuas y aymaras en la vida económica, política y social del país, y (iii) la protesta porque no se han respetado las virtudes ni la visión propia del mundo y de la vida.
Antecedentes históricos como éste dieron lugar a una amplia promoción de los valores comunitarios en los proyectos de desarrollo de las ONG y a la difusión del comunitarismo ideológico como piedra de toque del indigenismo y el indianismo. En este último caso, interesa resaltar que se trata de un comunitarismo étnico excluyente, pues sus proyectos de nación indígena evitan mencionar a las amplias poblaciones mestizas o blanco mestizas.
Discurso indigenista del MAS
Desde su asunción al poder en 2006, el MAS se rodeó de la imagen de un gobierno indígena apuntalado por valores ancestrales y comunitarios. Un día antes de la posesión oficial, el gobierno tuvo una inauguración simbólica en el santuario arqueológico de Tiwanaku con la entronización de Evo Morales como “jefe supremo de los indígenas de los Andes”.
La Constitución Política del Estado contiene desde el preámbulo varios artículos que reivindican los principios del comunitarismo. Claramente, los constituyentes del MAS y el pacto de unidad lograron incorporar en la Constitución poco consensuada, aunque refrendada en 2009, el milenarismo comunitario vigente en las ideologías indianistas contrapuestas a la modernidad liberal.
Más tarde, el informe a la Asamblea Legislativa de 2013 reflejaba nítidamente un alineamiento a dicho comunitarismo. Según Morales, la pobreza social se manifiesta en la predominancia del individualismo sobre los valores comunitarios, pero la pobreza de las comunidades se debía a los procesos de colonización, expropiación de sus tierras y saqueo de sus recursos naturales.
Obsérvese el propósito de mostrarse como víctimas de un proceso político inalterable a través de los siglos. De allí se desliza la idea perversa de una “revancha histórica”. Esta revancha de las comunidades indígenas consistiría en gobernar para siempre Bolivia, a través su “instrumento político” el MAS. Las consignas masistas al respecto son reiteradas: “ahora nos toca a nosotros”, “ellos nos han dominado 500 años”, “los blancos son neoliberales y vendepatrias”, “ahora es cuando, indios contra q’aras”.
Se trata de un discurso revanchista y confrontacional que reaparece con persistencia. Prueba de ello eran las arengas invocando una “ahora sí, guerra civil” que los vecinos de zonas de La Paz y El Alto escucharon cuando contingentes de supuestos indígenas marchaban en son de guerra, o cuando se defendieron de los vándalos o militantes masistas enardecidos que atacaban sus viviendas e incendiaban casas, estaciones policiales y buses municipales, como reacción a la caída de Morales en noviembre de 2019.
Como corolario de este discurso prolongado hasta el presente con el retorno del MAS al poder, se constata que el “comunitarismo andino” exportado a tierras bajas ha sufrido una degradación terminal inaudita. Ello se hizo evidente con el destape in fraganti del soborno al ahora ex ministro de Tierras de Luis Arce, presumiblemente asociado con casos de avasallamiento de tierras forestales por “nuevas comunidades interculturales” cuyo único vínculo entre sus miembros tiene el objetivo de obtener del INRA una legalización a su ocupación ilegal, con fines abiertamente especulativos de tráfico de tierras… ¡comunitarias!