Medio: La Razón
Fecha de la publicación: domingo 02 de mayo de 2021
Categoría: Legislación electoral
Subcategoría: Leyes nacionales y decretos reglamentarios
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Su intención parece buena. Y hasta auténtica. Pero el proyecto resulta deplorable. No se puede forzar por ley, y menos certificar, la “aproximación de resultados” (sic) de una encuesta de intención de voto. Es como pedirle a una fotografía que nos cuente el final de una película. Siempre hay personajes convencidos de que, rompiendo el termómetro, o estrangulándolo, les bajará la fiebre.
Varios lugares comunes habitan las encuestas electorales. El más repetido es que son imágenes fijas, en un momento dado, de las preferencias de votación de las personas consultadas. Admiten, por tanto, variaciones. Se insiste también en su uso instrumental para fines de campaña. Y están quienes aseguran, sin evidencia, que las encuestas condicionan y hasta determinan el voto.
¿Se pueden manipular estudios de opinión para fines electorales? Claro. Es posible no solo manipular datos, sino hasta imaginarlos. Bastará recordar que en los comicios generales de 2009 un canal de televisión difundió “datos” de una encuesta ficticia elaborada por una empresa fantasma. Fue el extremo. De ahí a creer, con inocencia, que tal operativo mediático influyó en el resultado, hay mucho trecho.
Hasta aquella elección, la normativa boliviana solo establecía una prohibición: la difusión de encuestas y bocas de urna “desde 72 horas antes del día de las elecciones y hasta las 18:00 horas del mismo día”. La Ley del Régimen Electoral (2010), como legislación de desarrollo de la nueva Constitución Política del Estado, dio un salto regulatorio con una robusta Sección (11 artículos) en la materia.
En el (no)debate actual sobre el tema hay una falsedad y una falacia. La falsedad es que, como novedosa amenaza, dos proyectos de ley “buscan regular las encuestas”. Las encuestas en materia electoral están reguladas desde hace más de una década, incluidos sucesivos reglamentos del TSE. La falacia es sostener que, por mandato legal, ese fetichismo, las encuestadoras “no le mentirán al pueblo”.
Vayamos a la fallida invención normativa: el requisito habilitante de una “certificación de aproximación de resultados”. Se aproxima, abre la muralla; no se aproxima, cierra la muralla. Algunas empresas/operadores mediáticos, está visto, hacen bien su trabajo y se aproximan. Otras ejercitan papelones: venden empate a 37% apenas una semana antes del 55 a 29% en las urnas. Malditos indecisos.
La legislación sobre estudios de opinión en materia electoral, que era una necesidad y constituye un avance, no requiere parches, sino reforma. En lugar de añadir restricciones y sanciones, hay que quitarlas. El mínimo es garantizar la calidad técnica de las encuestas. Y que la ciudadanía decida.
FadoCracia pasajera
1. ¿Qué encuentras —cuál es tu inventario— cuando vuelves la vista atrás? ¿Cómo recuerdas, y (re)habitas, tus fantasmas/ espejo? 2. En su reciente, grandísima novela Volver la vista atrás, el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez cuenta, con hechos reales, un pedazo de historia de la familia Cabrera y, a través de ella, narra el itinerario-desencanto de una generación. 3. Jóvenes cuyo objetivo era único e inequívoco: hacer la Revolución. La lucha armada, entrar a la guerrilla, era el camino. “Combatiendo venceremos”. 4. Pero la victoria no llega. Hay desviaciones. La ilusión de victoria, cada vez más lejana, se convierte en desilusión. 5. ¿Y si resulta que tu destino, ese, no está en la revolución, en el hombre nuevo, en cambiar el mundo? Salir de la guerrilla, sobrevivir. ¿Y después? ¿Cómo seguir, sin traicionar(se), desde la izquierda, en la gran causa? 6. También están/estamos los que llegamos tarde a la Revolución. No hubo Sierra Maestra, sino transición a la democracia. Votando, en paz, ¿venceremos? 7. Volver la vista atrás para no olvidar y, desde allí, mirar el horizonte. Vivir es necesario. Aún queda tiempo, y buen viento, para la navegación. ¿Queda?
José Luis Exeni Rodríguez es politólogo