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Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 09 de abril de 2021
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
Dirección Web: Visitar Sitio Web
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Dejémonos de cuentos: el tan popular término “posverdad” es solamente un eufemismo para no decir “mentira” o “falsedad”; su uso, ciertamente, da un toque de elegancia y de aire intelectual.
Veamos estos casos. Cierto: “Da Vinci pintó La Monalisa”; posverdad: “Rafael pintó La Monalisa”. La segunda premisa es, en buen cristiano, falsa, pero suena “cool” llamarla con la palabra de moda. ¿Por qué no llamar mentira a la mentira, y falsedad a la falsedad? ¿Lenguaje políticamente correcto, simple esnobismo intelectual o descarada intencionalidad política?
Resulta a todas luces conveniente a quien falsea los hechos o miente descaradamente que sus patrañas sean llamadas “posverdades” porque a cierto público afín le sugiere algo más allá de la verdad o una segunda verdad en disputa con el hecho real. Buen negocio político este de la mentira en píldora dorada.
La mentira más exitosa de los últimos tiempos es la que, con toda su artillería jurídico/político/mediática, puso a circular el régimen de Morales Ayma con el Gobierno de Arce Catacora como operador de la misma. Me refiero, por supuesto, a la peregrina idea de un golpe de Estado supuestamente perpetrado por “la derecha” que habría usado a las Fuerzas Armadas para tal cometido, cuando lo que en realidad pasó es que con la cadena de renuncias, se generó un vacío de poder que fue resuelto, en estricta sucesión constitucional, en la persona de la segunda vicepresidenta de la Cámara de Senadores, una parlamentaria relativamente desconocida hasta entonces; sucesión luego avalada por el Tribunal Constitucional. La aplicación constitucional dejó, además, intacta la conformación del Congreso en sus dos cámaras.
El constructo de la mentira ha sido revelado por el Ministro de Justicia, quien, en un arranque de franqueza, o en una traición de su inconsciente, dio detalle de cómo se armó la misma. Pero no contaba con que testimonios del propio Presidente y del Ministro de la Presidencia daban fe de la constitucionalidad del gobierno transitorio y con que, de mano propia, Morales Ayma escribiera que decidió renunciar antes de la sugerencia que le hiciera el comandante (“su” comandante) de las Fuerzas Armadas, a la que siguieron otras como la de su Defensora del Pueblo y la de su Secretario General de la Central Obrera.
Con este antecedente, ahora saltamos a lo manifestado por el Vicepresidente Choquehuanca en sentido de que el régimen pretende ir “más allá de la democracia”, o sea llevarnos a una “posdemocracia” que, por el razonamiento previo no es más que una democracia de mentira o, en buen cristiano nuevamente, una vulgar autocracia totalitaria –estilo Corea del Norte, digamos, linda “posdemocracia”-.
Habrá que recordarle al señor Canciller que, independientemente de las formas que cada Estado adopte –presidencialismo, parlamentarismo, representativa, semidirecta, etcétera- hay ciertos pilares, principios y valores democráticos; y que cuando alguno es cercenado –el debido proceso judicial, por ejemplo- se está poniendo en cuestión a la democracia misma, y que cuando lo son varios, prácticamente estamos en lo opuesto a la democracia. ¿Es esa la “posdemocracia” que se nos ofrece?
Resulta paradójico que en pleno siglo de la información y el conocimiento estemos a expensas de iluminados que proclaman que en democracia las minorías deben someterse a la mayoría, como si la mayoría transitoria perdiera automáticamente sus derechos al instaurarse otra mayoría transitoria.
Sabemos que el Canciller no es amigo de la lectura, pero bien haría, por una vez en su vida, en leer a Montesquieu (división e independencia de poderes), a Sartori (problemas de la democracia), a Bobbio (superioridad moral y política de la democracia) y a Morlino (indicadores de la calidad de la democracia), entre otros.