Medio: El Deber
Fecha de la publicación: lunes 18 de junio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Precisamente al ser más importante de la creación se le priva de esa plena igualdad de oportunidades políticas y económicas y, después de comprobaciones de toda índole, se mantiene la sinrazón en privar a la mujer del ejercicio de la plena capacidad jurídica.
Cuando se analiza la historia, las restricciones se ven desde los albores de la vida civil de los hombres; es más, se encuentra en el código más liberal, que es el napoleónico. La tutela helénica de los griegos, la ‘manus romana’ y la potestad marital, reconocida por todas las leyes medievales y modernas, son la confirmación de la capacidad jurídica disminuida de la mujer.
Solo una mayor comprensión y el reconocimiento impostergable de justicia han podido extraer a las mujeres, parcialmente, de las restricciones vigentes, debido a los inclaudicables esfuerzos de los movimientos femeninos por la igualdad.
Queda mucho por hacer, sobre todo en el cambio de mentalidad, que debe darse a partir de la educación en el hogar y en la escuela, pues a los árboles torcidos adultos es casi imposible erradicarles de la mente la existencia de una presunta superioridad masculina.
Históricamente, ninguna actividad humana les era desconocida o ajena a las mujeres. Su excelsa capacidad y preparación se afianzaba al lado del hombre con el que compartía tareas en la lucha por la existencia y perfeccionamiento individual, igualándolos a ambos en ese noble emprendimiento.
Esta columna no es una defensa de los derechos de las mujeres, pues todos saben que la igualdad plena se impondrá. Opiniones de una lamentable mayoría masculina no los admiten con tanta amplitud, debido a los prejuicios, más subjetivos que objetivos, que son causantes de la actual situación. Es así que se sigue con la tesitura de no aceptar la equiparación plena que corresponde a las mujeres como pleno derecho. Cada hombre que venza esta influencia nociva será diferente, dominador de una paz interior y elevación espiritual envidiables que solo las logrará con su propio discernimiento intelectual.