Las elecciones nacionales ya son historia y, aunque todavía no se puede hablar de resultados oficiales —y, por tanto, definitivos— ya existe una idea de cómo está quedando, finalmente, el tablero político del país.
Los discursos son triunfalistas desde ambas veredas. El oficialismo, representado por Evo Morales, se siente ganador, porque dice que ha ganado siete de nueve gobernaciones. Si eso se ratifica, y aunque la correlación de fuerzas sea de seis a tres, habrá que admitir que eso es controlar la gran mayoría.
En la oposición, en tanto, se festeja los resonantes triunfos en las alcaldías de las capitales del eje central; es decir, Santa Cruz, La Paz y Cochabamba, en ese orden. Como ya admitimos varias veces en este espacio, esas regiones concentran la mayor cantidad de capitales del país, lo que les da una innegable ventaja económica respecto al resto.
Por tanto, la interpretación de los resultados depende del lugar donde se ubica el que lo hace. Es la misma lógica de dibujar el número 6, o el 9, en el piso y ubicarse a uno y otro extremo. El que esté al pie, dirá que es un 6 mientras que el que se ubique al frente señalará que se trata de un 9. Ambos tendrán razón. Si invierten su posición, uno verá 9 y otro 6, pero seguirán teniendo razón. Ese simple ejemplo es una muestra de que, a veces, la realidad no es lo que es, sino la que uno ve, según su propia perspectiva, y eso se acentúa más en política, la actividad humana que se ejercita para la captura del poder.
Por tanto, resulta difícil hacer un balance de los resultados provisionales de las elecciones, a menos que, siguiendo la lógica del y el 9, decidamos darle la espalda al número. Entonces dejaremos de verlo y no podremos decantarnos por uno u otro guarismo.
Pero, en realidad, el análisis no es tan complicado. Lo que se puede ver, grosso modo, es que unos y otros han perdido espacios; es decir, oficialismo y oposición, y, a partir de ahí, no deberían tener motivos para celebrar.
Es cierto que el MAS no ha podido recuperar la muy significativa alcaldía de La Paz, que es la sede de gobierno, pero el porcentaje de su candidatura es lo suficientemente elevado como para causarle problemas al virtual alcalde, Iván Arias. Por otra parte, haber ganado la elección departamental, y la gobernación, representa un alivio si se tome en cuenta la irrupción de la agrupación Jallalla.
Pero es en La Paz donde el partido en función de gobierno ha sufrido su derrota más dura, en el municipio de El Alto, donde tendrá que resignar su hegemonía. Queda saber cuánto influirá eso en el control de la sede de gobierno, aunque la situación no parece diferir mucho de lo que fue la gestión saliente.
A Santa Cruz ya se la daba por perdida antes de las elecciones, y así lo habían advertido las encuestas que, por cierto, resultaron confirmadas en su mayor parte, lo que permitirá alejar las sombras de duda que los mismos políticos habían arrojado sobre las empresas que se dedican a esa actividad.
Y lo que también se había advertido es que las grandes derrotas, las sufridas en el eje, están directamente vinculadas con los errores cometidos en el momento de designar a los candidatos, lo que fue denominado como “dedazo” y está atribuido directamente a Evo Morales. Él, desde luego, jamás reconocerá su error y, como lo vino haciendo todo el tiempo, seguirá trabajando en su objetivo final: que su partido permanezca en el poder. Y eso hace que pensemos en las próximas elecciones, que serán nacionales y para las que él estará totalmente habilitado.