Medio: El País
Fecha de la publicación: lunes 15 de marzo de 2021
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Es más, difícilmente lleguemos a conclusión alguna si no se establece con claridad qué pasó en aquella elección del 20 de octubre de 2019 violentada ya por la participación de Evo Morales saltando por encima de los resultados del referéndum de 2016 y la CPE y que tuvo un momento clave: ese en el que alguien decidió detener el conteo rápido con una distancia del 7%, muy inferior al 10% y que abocaba a la segunda vuelta, y lo restablece 20 horas después con unas décimas arañadas por encima de ese margen, dando la victoria al MAS en primera.
Por otro lado, casi todos los que narramos aquellos días podemos dar fe de que Jeanine Áñez, virtualmente apartada de Demócratas entonces, y aún menos algunos de sus ministros, como los recientemente detenidos, tenían remota idea de lo que estaba en marcha ni de que aquello podría acabar encumbrando como Presidenta a la discreta senadora del Beni que no contaba para Rubén Costas ni en un lugar ni en el otro.
Áñez – que no ha huido - y los suyos deben responder por su gestión, por los respiradores, por la desidia de la pandemia, por haber destrozado las economías familiares y, sobre todo, por Senkata y Sacaba, cuya responsabilidad no se diluye en decretos, pero seguramente la Fiscalía tendrá que buscar en otro lado si quiere deshacer el nudo y transparentar qué es lo que realmente sucedió antes de la renuncia de Evo Morales. Y es que ese es el otro nudo gordiano del asunto, Morales renunció a su Presidencia más o menos presionado, pero no hubo Patria o muerte, aunque a algunos no les guste quedar así en la Historia.
Áñez – que no ha huido - y los suyos deben responder por su catastrófica gestión y los hechos de Senkata y Sacaba pero seguramente la Fiscalía tendrá que buscar en otro lado si quiere transparentar qué es lo que sucedió antes de la renuncia de Morales
La persecución judicial, lamentablemente, es pan nuestro de cada día en esta América visceral que cada día tiene que reafirmar su independencia. Hubo con Lula, con Rafael Correa y Lenín Moreno, con Macri y con Cristina, con Keiko y con Ollanta, con Lugo, hasta con Santos y Uribe; con todos. También, igualito, con Arturo Murillo y su causa general de sedición y terrorismo en la que cabían casi todos los que alguna vez trabajaron para el Gobierno del MAS.
Sonaron bien las palabras de Choquehuanca en su investidura sobre la reconciliación nacional y la no persecución, la victoria había sido tan contundente después de una patética gestión de Áñez y sus fieles que sonó a sentencia política y pareció abrir un nuevo escenario, de verdad, en el que ganaran las ideas a las amenazas y las persecuciones.
Fue un breve espejismo, lo que duraron las campañas subnacionales, Bolivia retorna al clima de la polarización más antes de lo esperado en una operación que suma poco o nada electoralmente y llevará penalización internacional, pero que parece responder a la necesidad de un sector de mantener el pulso interno en el partido de Gobierno.
Bolivia tiene grandes desafíos por delante y seguramente tendrá que explicarse a sí misma qué pasó en esa elección de 2019, pero el debido proceso debe ser cuidado al máximo. Los revanchismos no conducen a la justicia, sino al odio, y el odio, a ningún sitio.