Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 03 de marzo de 2021
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones subnacionales
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Walter Guevara Anaya
Consultor en desarrollo democrático
El MAS tiene dos cabezas pero late con un solo corazón. Sus dos cabezas son las del presidente Luis Arce y la de su jefe Evo Morales. Su corazón late hoy con toda su fuerza para espantar a los votantes disponibles del centro, particularmente los de las cuatro principales ciudades del país, donde se concentra la mayor parte del electorado.
El voto duro del MAS no llega al 35%. A pesar de eso ganó las elecciones nacionales del 2020 con más del 55%. Los votantes disponibles del centro sumaban un 20%, repartido según las encuestas entre los que se declaraban como indecisos, blancos o nulos.
La oposición apostó a perderlos. Luis Fernando Camacho los despreció. Se convenció que los que no se declararon a su favor en las encuestas eran una minoría despreciable de masistas. Carlos Mesa creyó que el 65% de los votantes votarían contra el MAS. Supuso que el centro estaba en su bolsillo.
¿Cómo puede ser que el MAS cometa ahora el mismísimo error con el que sus opositores le regalaron el triunfo el 2020? La explicación es muy sencilla. Nos dice mucho sobre el futuro del MAS. También nos dice un montón sobre lo que enfrentará la oposición en próximos días.
Empecemos por enumerar algunas acciones del MAS que espantan a los votantes del centro. La siguiente lista está muy acortada por razones de espacio, pero se la puede apreciar en toda su extensión en Brújula Digital.
Eliminaron el escudo nacional y lo sustituyeron con la cruz chacana. Persiguieron a militares y policías que tuvieron mando bajo el gobierno anterior. Alienaron a los médicos con un decreto que les impide manifestarse públicamente.
Aceleraron un juicio que dormía más de 5 años en Sucre solo para inhabilitar la candidatura del candidato opositor Manfred Reyes Villa. Condenaron esta acción como una grave falta cometida por los Supremos por haberlo hecho pocas semanas antes de las elecciones municipales. Lamentaron con lágrimas de cocodrilo que las autoridades electorales estén obligadas a inhabilitarlo.
Amenazaron juicios contra más opositores, empezando por Jeanine Añez e Iván Arias, siguiendo con Rafael Quispe y Luis Fernando Camacho, terminando por el momento con su hermana Eva Copa. Lo que pasa es que leen en las encuestas que sus principales candidatos están en la lona. Sin temor al ridículo anuncian leyes para controlar o eliminar las encuestas.
Los votantes moderados tienen que tragarse todo esto y mucho más. Serían unos desubicados o enajenados mentales si le dieran todavía más poder a un partido que les demuestra con tantas ganas que su principal vocación sigue siendo el abuso incontrolado de poder.
¿Cómo explicar semejante desatino por parte del MAS, cuando tuvo una gran oportunidad de convertirse en un partido moderno, liberado del caduco modelo caudillista, apoyado no solo por su base sólida, sino por el gran sector de votantes moderados?
El presidente Luis Arce Catacora no tiene una base política propia. Su jefe Evo Morales cuenta con un 35% de votantes que morirán jurando que es dios. Para esos votantes todo lo que diga o haga Evo tiene el valor de una orden divina. Arce Catacora sabe que basta una palabra de Evo en contra suyo y tendrá que enfrentarse con paros, bloqueos y todo el arsenal de guerra sucia enarbolado por los estrategas que comandan a este sector como a un rebaño de ovejas.
Se ha dado cuenta que Evo Morales se prepara para echarle la culpa por la pérdida de las alcaldías y gobernaciones más importantes. Para evitarlo lanza una serie de medidas totalmente desaforadas que espantan al electorado del centro, pero que apuntan a probar su lealtad ante el ala más radical del MAS.
Lo hace sabiendo perfectamente que esta catarata de medidas abusivas le resta votos al MAS en las cuatro principales ciudades. Las dos cabezas del MAS están mucho más preocupadas de evitar que se las culpe de la pérdida de estos bastiones que de ganarlos. La fractura interna del MAS los obliga a perder el voto moderado de las grandes ciudades y a radicalizar su gestión.
Si la oposición gana las alcaldías de La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz, habrá puesto en el tablero de la política nacional las fichas necesarias y suficientes para armar el equivalente de la Media Luna que puso en apuro a los comienzos del primer gobierno de Evo Morales.
La persecución sañuda de los altos mandos policiales y militares que participaron en el gobierno anterior no le garantizará al gobierno actual la lealtad del resto de los uniformados. No es seguro que obedecerán si les ordena que arremetan contra la gente que se alzará en las principales ciudades, empezando por Cochabamba si inhabilitan a Manfred Reyes Villa.
Llegará el momento en que las cabezas de la oposición tendrán otra oportunidad de no aplazarse. Se aplazaron cuando plantearon el referéndum revocatorio de 2008, que no hizo otra cosa que atornillar a Evo Morales en el poder por otros 11 años además de destronar a los prefectos opositores de La Paz y Cochabamba.
Se aplazaron el año 2020, cuando el MAS estaba fuera del gobierno, repudiado por sus 14 años de abuso de poder. En ese momento nadie pensaba que podía ganar la elección en primera vuelta. Al ahuyentar el voto del centro sus opositores le regalaron en bandeja la actual gestión de 5 años.
En su primera gestión el MAS dividió y anuló a la Media Luna. Intimidó a la oposición cruceña con el montaje del Hotel Las Américas. Docenas de opositores que no pudieron escapar del país a tiempo fueron encarcelados, algunos por más de 10 años. Una vez que los suavizó a sangre y fuego, el gobierno compró al empresariado cruceño y transó con el prefecto opositor.
Hoy todo indica que los sectores internos del MAS compiten por demostrar cuál es más duro y más radical. La gran pregunta es si los actuales opositores han aprendido algo de estas duras lecciones. Si logran copar el eje central les tocará coordinar una estrategia inteligente y no permitir que el MAS los divida.
El futuro del país está nuevamente en manos de los votantes moderados del centro. Ellos tienen que demostrar en las elecciones subnacionales que no le han entregado un cheque en blanco a los sectores más radicales del MAS.