Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: domingo 28 de febrero de 2021
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones subnacionales
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La democracia boliviana nació bajo las nociones de la cohabitación política cuando se conformó una gran alianza de partidos para erradicar al militarismo el año 1982. Ese proceso eleccionario condujo a la convivencia entre el presidente de la República y una mayoría parlamentaria de sentido partidario diferente. Si bien fue un buen ejercicio político democrático, esa megacoalición fue también un desastre político-económico para el país. Lo que fue corregido inmediatamente después al conformarse una coalición gobernante entre las dos fuerzas políticas más importantes de ese entonces lideradas por Víctor Paz Estensoro y Hugo Banzer.
La cuestión de la cohabitación política remite a los procesos en los cuales partidos diferentes, pero de orientaciones ideológicas similares comparten el poder político y la gestión, y distribuyéndose las funciones en el aparato estatal tienen mayores posibilidades de obtener buenos resultados. La cohabitación es por ende un ejercicio de convivencia partidaria en la administración del Estado, que en el caso boliviano ahora solo podría abarcar a sus niveles subnacionales.
Los procesos de cohabitación, según la literatura especializada, resultan relevantes allí donde las funciones están poco precisadas o donde existe una afectación directa de un sector sobre las capacidades de gobernar de otro. En escenarios como estos, la existencia de grupos o partidos poderosos en los espacios departamentales implicarían las dos posibles situaciones que ya han sido ampliamente descritas en estudios internacionales: “la obstaculización o bloqueo” y “el acuerdo o cohabitación”.
La primera mención remite a la posibilidad de que el proceso de distribución de poder y participación desencadene un enfrentamiento que obstaculice el trabajo político y administrativo en las administraciones departamentales, así como el desarrollo de acciones y gestiones tanto de la oposición como del oficialismo. Esta situación cuestiona el sistema mismo de gobierno, al evidenciar una situación en la que las potestades compartidas imposibilitan el desarrollo del accionar gubernamental, como ya sucedió en las gobernaciones de Tarija y Santa Cruz, al no tener suficiente mayoría en sus respectivas asambleas departamentales, y, porque la fuerza opositora del MAS) optó por la obstaculización y el bloqueo.
La situación inversa, la del acuerdo y la cohabitación tiene otra característica. Según el politólogo holandés Arend Lijphart, “la situación de la conquista de acuerdos supone un ejercicio democrático de deliberación y negociación, donde los intereses de los partidos en el gobierno han de lograr algún grado de compromiso y arreglo que viabilice la conducción política y el cumplimiento de las funciones estatales” (Lijphart, 2000).
Al conocer los primeros sondeos o encuestas de intención de voto podemos observar posibles escenarios de cohabitación partidaria o bloqueo absoluto en ocho de los nueve gobiernos departamentales. Cochabamba es la única región donde el triunfo del MAS sería con mayoría absoluta. En La Paz, el MAS lidera la intención de voto con 35,8%, seguido por la agrupación Jallalla con el 25,4%. Aquí se vislumbra alta conflictividad, la línea dura y radical del MAS no tendría la mayoría de la asamblea departamental. En Santa Cruz, Creemos sería mayoría 57,4%, pero el MAS podría tener un 35,5%. En el resto del país el sector radical del MAS parece haber perdido terreno permitiendo un predominio de partidos y alianzas menos radicales.
El escenario de conflictividad estuvo presente en el último periodo del MAS en departamentos donde no ganó el partido gobernante, especialmente en el caso de Tarija, al no tener el gobernador el apoyo en la asamblea y tampoco al presidente del Estado de su lado, lo cual afectó directamente en la gobernabilidad y en la gestión.
En las actuales circunstancias se vislumbran dos frentes que lideran la carrera por la administración departamental en Tarija, cuyas posiciones ideológicas y políticas no presentan diferencias sustanciales lo cual podría ser un escenario ideal para utilizar las lecciones de la historia y los hechos que demostraron que cuando la cohabitación obedece a objetivos y acuerdos bien cimentados la buena gestión siempre está presente. Además, es imperiosa la necesidad de formar gobiernos subnacionales fuertes como una forma de equilibrar el poder ante el avasallamiento del centralismo y profundizar los procesos descentralizadores en nuestro país, y así poder generar propuestas de desarrollo local.
Esperemos que el sistema partidario tenga la madurez necesaria para reforzar el sistema democrático, pues este implica necesariamente una cesión de derechos y una limitante a los poderes de las diversas figuras políticas. La cohabitación, o en términos más simples y conocidos “las alianzas” deben ser ámbitos donde la convivencia partidaria abra el espectro de un trabajo conjunto de cohabitación, el enfrentamiento partidario obstaculizador, como se ha visto estos últimos tiempos, ya tiene cansada a la población.
El autor es docente universitario y administrador de empresas