Dentro de 10 días, los bolivianos emitiremos el voto para elegir autoridades departamentales y municipales, ejerciendo libremente nuestro derecho ciudadano.

En una semana acabará la campaña, en la que candidatos, con bastante, mínima o ninguna preferencia, exponen por los medios posibles, sus propuestas similares o rimbombantes.

Resaltan más los ataques y descalificaciones, que los programas de consultorías, que a instancias del cliente -candidato- exageran las ofertas, menoscabando la inteligencia de los electores.

Lo importante es la credibilidad que hay que ganársela, aunque no es nada fácil, mucho menos después del fiasco de varios años, especialmente en la Alcaldía y Gobernación de Cochabamba.

La injerencia del Poder Ejecutivo sobre otros poderes es repudiada. La justicia más lerda del planeta, se despereza y desarchiva procesos, para ponerse al servicio del gobierno.

Por esta acción gubernamental, el 7 de marzo se convertirá en verdadero plebiscito, parecido al 21F, donde el ciudadano libre expresará en las urnas su voluntad de depositar su confianza en determinado candidato, sin presiones ni imposiciones.

El fanatismo político, religioso o deportivo es pernicioso e inadmisible, en un sistema democrático que consagra la libertad de expresión y conciencia.

Ningún familiar, amigo o vecino, puede imponernos su ideología, creencias o gustos personales, porque al ser entes pensantes, cada uno tenemos el derecho de decidir y hasta equivocarnos, en el ejercicio del derecho ciudadano.

Por eso, es delincuencial y terrorista que alguien, así sea del mismo partido político, pretenda atribuirse despóticamente -con ignorancia supina- la facultad de imponer candidatos que no gozan de la confianza. Eso solo ocurre en países totalitarios, como Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán o Rusia.

El Alto, nuevamente, es un ejemplo del ejercicio libre del voto. Antes apoyó a Chapetón para alcaldesa, votaron por Arce para la Presidencia y ahora elegirán -por abrumadora mayoría- a Eva Copa de Jallalla.

En Cochabamba, para salir de la oscuridad, la mayoría elegiremos al candidato de consenso, por su trayectoria, prestigio y carisma, que promete planificación, organización y desarrollo, para volver a sentirnos orgullosos de vivir en esta ciudad.