Medio: El Deber
Fecha de la publicación: miércoles 24 de febrero de 2021
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones subnacionales
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
Al no pedir el voto para sí, Enrique Bruno lanza una interpelación al cruceño, al ciudadano particularmente joven, que habita en la modernidad de la tecnología de la conectividad, que se ha hecho ciudadano del mundo y que ya no quiere una administración municipal caciquista, clientelar y corrupta.
Su campaña cuestiona la premisa de que la culpa de los males de la sociedad radica en los políticos, en los “viejos” políticos, o en la política a secas. Una juventud desencantada después de la “revolución de las pititas” que vio partir huyendo al cacique mayor, solo para ver de vuelta, al cabo de once tristes meses, una versión aguada del populismo chabacano. Esta vez perpetuado por candidatos del ayer.
Bruno, el más joven de los candidatos, a sus 39 años pone de cabeza la premisa popular de culpar a los políticos, e inversamente parte del concepto que “cada pueblo tiene el gobierno que se merece” y por tanto la responsabilidad por la calidad de la política reside en la gente, en el votante, en nosotros, el electorado.
La oferta estrella, la “obra” insignia, de su propuesta electoral no es el “regalo” más grande y caro que ofrecen sus competidores. Ni trenes ligeros de costos siderales de cientos de millones de dólares ni playas tropicales a orillas de lagos artificiales, cual Santa Cruz Saudita, ni hacer todo de todo como si no existieran límites presupuestarios y obligaciones municipales incumplidas y pendientes, como ser dotar servicios básicos como agua y alcantarillado a vastos sectores de la población, aún desatendida.
El candidato de Sol ofrece algo básico y radical: digitalizar la administración municipal para empoderar al ciudadano y construir una estructura alrededor de sus necesidades y preferencias. Arrancar una gestión de cero, como su campaña, dándole voz a la gente, además del voto para elegir sus propias prioridades.
Lo que ofrece Enrique Bruno a los votantes es lo que el resto de los candidatos les oculta: la información. Siendo la información poder, propone empoderar al ciudadano para que éste elija y fiscalice las obras y servicios priorizados por elección mayoritaria, en cada barrio o distrito municipal. Así como descentralizar los recursos por distritos, y una vez cubiertas las obligaciones corrientes del municipio, someter el presupuesto de inversiones a la discusión vecinal participativa.
Todo ello rescatará el espíritu de la Participación Popular, esta vez asistida por la tecnología de la información para que, a través de una aplicación de teléfono celular, llamada “APPcaldía”, el ciudadano esté conectado al municipio y acompañe la gestión en tiempo real y continuo. Es la Participación Popular 2.0, un poder vecinal con esteroides, una verdadera democracia municipal participativa.
Otra novedad radical en su propuesta es realizar su campaña 100% digital. En tiempos de pandemia, sostiene él, no se puede someter a la gente al riesgo del contagio y menos a la muerte. Su experiencia como bombero voluntario y por siete años director de seguridad ciudadana de la gobernación de Santa Cruz lo ha comprometido con la preservación y defensa de la vida como prioridad absoluta. Ni caravanas ni concentraciones callejeras. Solo campaña por las redes sociales y medios de información no pagados. Ello implica no pintar paredes, no comprar espacios públicos para gigantografías ni colocar banderas por todo lado.
Tampoco ha solicitado ni recibido contribuciones económicas o en especie para su campaña que, él sostiene, son “el origen de la corrupción que obliga a devolver favores”, usualmente condicionados a obtener acceso especial o privilegios de parte de la administración electa.
La apuesta política de Enrique Bruno es radical. Apuesta por una Santa Cruz moderna, la del futuro, que ya vive hoy en el corazón y la mente de su juventud. Apuesta a que Santa Cruz ya no es más una aldea para ser gobernada por populistas, en la que a cambio de una bolsa de azúcar o un tren eléctrico éstos disimulan y encubren la escandalosa corrupción de la que se alimentan.
De allí su eslogan: “(Si me elegís) no vas a votar por mí…vas a votar por vos”.
Tú eliges, ¡no te quejes!