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Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: viernes 19 de febrero de 2021
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones subnacionales
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El 10 de noviembre del año pasado, dos días después de la posesión de Luis Arce, se lanzó la convocatoria a elecciones subnacionales. Ese mismo día, diferentes facciones del Movimiento al Socialismo (MAS) se apresuraban a reunirse en la Plaza Murillo, agarrando con la punta de sus codos los famosos folders amarillos, esperando que lo poco o mucho que habían logrado en sus vidas les permita obtener el tan ansiado puesto de trabajo en la administración pública, con salario seguro.
Más tarde, las facciones comenzaban a manifestar su descontento con las primeras designaciones ministeriales, nadie conocido por ellos fue posesionado, sus principales dirigentes quedaron con los ternos planchados y sus seguidores con los folders más arrugados que en la mañana. Nunca recibieron respuesta de nadie, fueron engañados, creyeron en promesas prebendalistas que carecían de honradez y quedaron como al principio, sin nada, en un país que ha naturalizado el padrinazgo político.
Cualquiera pensaría que con esta experiencia lo pensarían dos veces antes de volver a creer en las promesas políticas, pero no, hoy, en medio de campañas rumbo a las subnacionales, se vuelve a repetir esta historia, las explicaciones pueden ser muy variadas, pero hay una que aglutina todas: el desempleo. La falta de trabajo fue y es un problema latente, pues incluso aquellos con trabajo son obligados a aceptar a diario nuevas condiciones laborales de precarización, por ejemplo, menos salario a cambio de no ser despedidos.
El 3 de enero, tras ser habilitados para alcaldías y gobernaciones, los partidos y organizaciones políticas comenzaron, lo que en su jerga se llama, a “cerrar círculos”, es decir, organizar internamente a sus afines. Los círculos primarios, compuestos por los dueños del partido, sus familias, y, sumados al final, candidatos, son los que definen cómo se encara la campaña política y quiénes ocuparán los principales cargos en caso de ganar, generalmente, ellos mismos, dirigentes y amigos importantes. Los círculos secundarios, compuestos por dirigentes sectoriales, aquellos que manejan grupos regionalizados de vecinos, gremiales, profesionales, entre otros, son los que tienen un nexo con algún miembro del círculo primario, no tienen poder de decisión, pero son parte del grupo de beneficiados con puestos de trabajo. Los círculos terciarios, compuestos por las bases de los dirigentes del círculo secundario y personas que se van sumando durante la campaña, no tienen vínculo alguno con los otros círculos, no tienen poder de decisión, son obligados a asistir a las concentraciones y “jalar” (traer) a más personas para acrecentar la masa partidaria, no están en el grupo de beneficiados con puestos de trabajo.
Las promesas y compromisos dentro de estos círculos son muy frecuentes. En el caso del círculo primario este aspecto no es tan marcado porque ya saben quién entrará o no, pero no ocurre lo mismo con los otros. Muchos dirigentes del círculo secundario se muestran confiados de que lograrán algo para ellos o sus familias, en cambio, otros se muestran dubitativos y con miedo, están presionados por sus bases y creen que, al no lograr mucho, protesten contra ellos. Los círculos terciarios son los más entusiastas y positivos, muchos son nuevos en este tipo de campañas y sienten que con trabajar incansablemente día a día serán recompensados, por lo menos, esa es la promesa reiterativa que les hacen sus dirigentes.
¿Existen otras formas de lograr puestos de trabajo dentro de estos círculos? Lamentablemente, sí. Una práctica muy recurrida por varios dirigentes es la de insinuar, de la forma más descarada, favores sexuales a mujeres jóvenes. Muchas de estas víctimas vienen de un camino muy dramático para encontrar empleo, las universidades no les cumplieron la promesa de que el esfuerzo académico les daría oportunidades laborales, tienen familias y sueños que cumplir. Confían en las palabras esperanzadoras de los dirigentes, pero se chocan con una realidad que no muchas se animan a contar, es estresante, reciben llamadas y mensajes de hombres que utilizan el poco poder que tienen para acosarlas, les prometen todo, mientras repiten discursos de reivindicación, respeto y derechos humanos.
Este pequeño bosquejo de organización interna –que pude conocer tras participar de varias reuniones partidarias– demuestra la paupérrima y degenerada situación de los mal llamados partidos y organizaciones políticas, pues muchos son el resultado de la improvisación electorera. Los políticos tradicionales y las oligarquías disfrazadas de progresismo, auto convencidos de ser la salvación del país, y la misma sociedad boliviana, aquella incapaz de organizarse, son en cierto grado los responsables de esta situación.
Nuestro país no tiene partidos ni militancia partidista, tiene desempleo y falta de oportunidades, problemas sociales aprovechados por clanes político-familiares y dirigencia corrompida hasta los huesos.
El autor es comunicador social