Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: sábado 09 de junio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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A todas luces, el desempeño ha sido más bien funcional. Incluso, estas fuerzas políticas tradicionales, como el MNR, MIR y ADN, del ciclo de la democracia pactada, abonaron el terreno para la llegada del MAS al poder. Con acierto, alguien señalaba que la partidocracia había engendrado a Evo Morales
En ese horizonte, veamos el desempeño de esta oposición funcional, desde las elecciones del 2009. En las elecciones generales de ese año, fuera de la candidatura de Evo Morales, siete fuerzas políticas compitieron por la silla presidencial. Sin éxito, se intentó generar un bloque para hacerle frente al partido de gobierno que, en su apogeo, crecía electoralmente con fuerte adhesión de las clases medias. Desubicados, autoproclamándose presidenciales, compiten por la silla presidencial, Reyes Villa por PPB-CN, Doria Medina por UN-CP, Alejo Veliz por PULSO, junto a otras cuatro irrelevantes candidaturas. La ceguera y mezquindad de estos políticos les impidió advertir el objetivo oficialista, que no solo era ganar con mayoría absoluta, sino alcanzar la mayoría calificada en el poder legislativo, es decir, dos tercios. Lejos de evitar la victoria oficialista, contribuyeron más bien para su amplio triunfo; provocando una enorme desproporción en la correlación de fuerzas. Nunca antes, ningún presidente y partido, había logrado concentrar tanto poder.
En las elecciones del 2014, también sin posibilidades reales de hacerle frente al oficialismo, dada la coyuntura favorable por la inédita bonanza económica, miserablemente los políticos tradicionales, en este caso, Tuto Quiroga y Doria Medina tampoco vislumbraron el objetivo masista de reeditar los dos tercios “de cualquier forma y a cualquier precio”. Este objetivo, para la elite azul era un tema crucial, pues solo de ese modo pueden definir muchos temas, como la elección de magistrados y abrir la Constitución. Estos dos políticos, miopes, carentes de discurso, programa y sentido común, miserablemente compitieron entre ellos, disputándose el liderazgo de la oposición, cuando la realidad les obligaba a aglutinar fuerzas, precisamente, para evitar los dos tercios. Aunque con otros matices, se repite la historia de las elecciones del 2009: el oficialismo, en complicidad con la oposición funcional, por segunda vez, logra los dos tercios.
Conscientes de que su presencia perturbaba al electorado citadino, más bien no se inmiscuyeron en la consulta del 21F, dejando que la conciencia ciudadana se imponga al gigantesco aparato de gobierno. Por primera vez, luego de diez años Evo Morales y el MAS, sufren una derrota. Una terrible derrota que marca justamente el inicio del fin de la hegemonía electoral masista.
En ese escenario, es decir, con el MAS y Evo Morales en decadencia provocada por la brutal corrupción, descomunales mentiras y cínico abuso de ese inmenso poder, donde las urnas ya no son sus principales aliados, se producirán las elecciones del 2019.
Luego de tres elecciones consecutivas, las posibilidades materiales y objetivas de derrotar al régimen masista están ahí presentes. Con una buena estrategia, colocando inclusive el discurso a segundo plano, solo deben capitalizar el enorme descontento social y sentimiento antimasista que se expresa hoy en las calles y en las redes.
Promoviendo un liderazgo renovado, dejando de lado sus miserias y recuperando el sentido común, deben propiciar la conformación de un solo bloque. El país y la democracia requieren ahora de grandeza, más no de mezquindades.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón