Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 16 de febrero de 2021
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones subnacionales
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Cuando Barack Obama era candidato a la presidencia de Estados Unidos (2008) y lograba una gran aceptación dijo que los diversos tipos de segmentos y grupos de población estadounidense veían en él lo que deseaban ver, lo que era una de sus fortalezas. Algo similar ocurre con Eva Copa luego de ser defenestrada por el MAS-IPSP de Evo Morales y del actual gobierno.
Hoy, además de la organización política Jallalla con la que Copa se presenta como candidata, grupos indianistas la respaldan por su origen aimara, al igual que algunos grupos de mujeres que dan énfasis en su género y fuerza como mujer, además de ser aplaudida por todas las variantes de la izquierda y la derecha que tienen en común el ser antimasistas sobre todas las cosas y, finalmente, la apoya la misma población alteña que hace cuatro meses votó masivamente al MAS.
Hay que recordar que Copa se hizo notar como dirigenta universitaria en El Alto (2010-11) y desde allí (2015) pasó a ser senadora por el MAS-IPSP en el último gobierno de Evo Morales. En 2019, tras el golpe de estado, la joven y casi desconocida senadora Copa se mostró decisiva y con pensamiento propio cuando asumió la presidencia parlamentaria e hizo frente, como pudo, al siempre amenazante gobierno de Jeanine Añez.
Su accionar, no siempre obediente con las líneas de su partido, la dejó fuera de la candidatura a la Alcaldía alteña por el MAS. Ante su defenestración en este partido fue captada por la agrupación Jallalla del líder indianista Felipe Quispe, El Mallku, fallecido inesperadamente.
Hace unos días, en un conversatorio online del grupo Jichha, el académico e indianista alteño Pablo Mamani Ramírez señalaba que Eva Copa era la hija que toda familia de El Alto desea tener, un modelo idealizado y a la vez posible de alcanzar: una mujer profesional, con liderazgo y reconocimiento público.
Es evidente que en los últimos años las metas para hijos e hijas de las familias alteñas han ido cambiando, haciéndose cada vez más ambiciosas pasando de estudios de nivel medio y técnico a universitarios (a lo que ha favorecido la creación de la Universidad Pública de El Alto), que ha generado el florecimiento de una intelectualidad alteña que se refleja en varios espacios con características propias. A la par, el país ha cambiado y la indianidad se reivindica con mayor fuerza, pese al persistente racismo incrementado a fines de 2019.
Más allá de que diversos sectores vean lo que desean en Eva Copa, ella representa a su ciudad y la personifica por su historia común: mujer/ciudad indígena (aimara principalmente), luchadora con escaso apoyo, de origen popular empobrecido que logra un progreso a base de esfuerzo propio, con hambre de reconocimiento, políticamente muy activa y estratégica para que el MAS logre un amplio apoyo, tanto en movilizaciones como elecciones, por lo que se siente poco reconocida y hasta traicionada.
Cada espacio con cierta representación en El Alto ve a Copa a su manera y la suma a sus filas, pero ella no es de nadie en particular, no es manifiestamente indianista; no es explícitamente feminista (ya que es una postura “ajena, de ONGs y europea”) y no reivindica su género ni denuncia estas desigualdades, pese a sufrirlas; no es antimasista a pesar de haber sido traicionada por este partido; y, es más, creo que aún es un poco del MAS (por su origen político y los votos que recibe) pese a postular por otro partido.
Copa tiene las contradicciones y esperanzas de la ciudad de El Alto, de cuya gente no es hija sino parte, su espejo y representación activa, vital y con fuerza de futuro. Antes que hija, Eva Copa es, más bien, la mujer pueblo.
Drina Ergueta es periodista.