Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: miércoles 03 de febrero de 2021
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones subnacionales
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El proceso electoral general de 18 de octubre pasado y el que se viene este 7 de marzo deberían llevarnos a revisar algunas cosas, que en los últimos años las estuvimos tocando pero muy a la rápida y quizá sin la profundización necesaria. Uno de estos temas creo que tiene que ver con el proceso de selección y elección de candidatos para los distintos puestos que se tienen que elegir mediante el voto en las elecciones.
El año pasado y éste, las organizaciones políticas tropezaron con el hecho de que sus candidatos renunciaron o fueron renunciados a sus candidaturas; vimos también, desafortunada y tristemente, que otros candidatos fallecieron y entonces las propias organizaciones políticas tuvieron que replantearse la posibilidad de sustituirlos. O lo que raya en la ironía más grande, a la primera señal de amenaza de posible inhabilitación del candidato, se introduce una demanda al Tribunal Constitucional Plurinacional para que se paralice la denuncia y el candidato siga en competencia.
Este marco descrito nos lleva a la necesidad de replantearnos la idea de las primarias en las organizaciones políticas; pero no unas primarias al estilo más general occidental o anglosajón que se conoce, sino unas primarias que sepan conjugar dos mundos de la representación política boliviana.
El primer mundo de la representación política está contenido en toda la dinámica que las estructuras políticas manejan; es decir, liderazgos que pertenecen al partido, que forman parte de la misma militancia, miembros invitados por la alta dirigencia política, etcétera. El segundo mundo de la representación política lo contiene todo el campo organizacional, me refiero desde comités cívicos, colegios de profesionales, hasta organizaciones sociales urbanas y rurales.
Ambos mundos de la representación política pertenecen a nuestra realidad. Por un lado, podemos estar agremiados a alguna corporación, pero, al mismo tiempo, simpatizamos con alguna organización política. Por otro lado, algún partido puede tener en su interior el apoyo de organizaciones sociales, o haber nacido a partir de un movimiento social urbano, tipo comité cívico. Por tanto, no hay duda que esto forma parte de nuestra dinámica política.
La experiencia vivida el año pasado y éste, en el que nos encontramos, nos lleva a pensar en que esos dos mundos de la representación política deben conjugarse y materializarse en una propuesta de reforma político electoral de cara a las elecciones que vengan en el futuro.
Por otra parte, si bien es cierto que la actual ley de organizaciones políticas contempla la idea de unas primarias cerradas para elegir candidatos; se sigue pensando en primarias con una carga demasiado formalista y separadas de la dinámica que tenemos. Por eso, entre otras cosas, cuando se las quiso implementar fueron duramente criticadas.
Trabajar una reforma política que permita a las organizaciones políticas y a sus militantes seleccionar y elegir en mejores términos a sus candidatos nos ahorraría todo este momento previo que llega a empañar las campañas electorales, porque seguimos anclados en denuncias de candidaturas que no fueron consensuadas, de candidaturas fueron impuestas desde la dirigencia e, incluso, de candidaturas que sienten que tienen un derecho hereditario para estar ahí. Y no se trata de reescribir la historia, sino de aquello que en clave alentadora dice Safranski: la democracia vive solamente si comienza siempre de nuevo consigo misma.
Marcelo Arequipa Azurduy es politólogo y docente universitario.