Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: miércoles 27 de enero de 2021
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones subnacionales
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Los políticos llaman también elecciones “subnacionales”, es una invención retórica de ellos. ¡Qué importa lo que se llamen! El hecho es que, cada cierto tiempo –que es más corto cada vez– los bolivianos volvemos a las urnas. Bolivia debe ser el país más electorero del mundo. Y también, por supuesto, el más acaudalado, porque eso cuesta plata. Es una afición muy cara.
Haremos un rápido repaso. No necesitamos remontarnos mucho. El anterior evento parece estar todavía a la vista. En las elecciones de 2014, el binomio oficialista ya no tenía que participar, estaba legalmente impedido. Pero apareció en la lista de los candidatos. Incluso ganó las elecciones. No hay por qué asombrarse de ello; con las ventajas de que disponen, los dictadores siempre ganan.
Después, la noche del 21 de febrero de 2016, con el gesto contraído por el disgusto, y a manera de minimizar el impacto del resultado negativo del referendo, Evo declaró que sólo era el primer tiempo. El segundo vendría más adelante, en 2019, con el fraude como corolario. Aquella actitud significó desconocer la voluntad del soberano expresada en las urnas y también ignorar el Art. 168 de la CPE. Pero él le “metió nomás”. A los abogados les encomendó resolver el entuerto.
A partir de marzo, y con la presencia de la pandemia, el año 20 fue terrible. Le ayudaron a ser peor los azules y la candidatura presidencial de Jeanine; ésta podía haber sido la gran benefactora y sólo fue el remedo de lo criticado. La rebelión popular de noviembre de 2019 fue traicionada y se redujo a las “pititas” olvidadas. Lo cocaleros volvieron al poder. Al observar esa realidad un analista extranjero dijo que Morales tenía aptitud para leer con acierto la coyuntura política. Tenía razón.
Ahora tenemos al frente otra. Los políticos no paran nunca de programar elecciones. En marzo próximo debemos elegir a los opositores o a los aliados del Gobierno. Es importante que la autoridad local sea del partido oficialista para evitar trabas burocráticas en los trámites ante el nivel central. Por contrapartida, la pandemia nos ha enseñado que la autoridad local sin la afinidad con el gobierno central, se convierte en potencial y solapado enemigo.
En los municipios de tierra adentro, no votan ciudadanos; votan los sujetos colectivos. Allí todavía no ha llegado a plenitud la civilización, las gentes habitan un piso histórico diferente; no son del siglo XXI. La alternancia y la periodicidad son inventos de la derecha o del imperio. El opositor imprudente puede exponerse al ch’utazo presidencial, al envenenamiento o al entierro de su humanidad en vivo y en directo. Esa es la democracia de los dictadores.
Ni el rebrote los contiene. Detrás del caudillo corre la masa con frenético entusiasmo. Ahora están abocados a la caza de incautos con alguna popularidad local. La cuestión es de toma y daca, un intercambio de beneficios: “vente a mi lista; te ofrezco tal cargo”. Por eso, futbolistas, artistas, dirigentes sindicales y ramas anexas, no vacilan en aceptar. Ganar un buen sueldo sólo por sólo calentar un asiento o ser un convidado de piedra, es de verdad una gran tentación.
El autor es columnista independiente