Es posible que, por prudencia política, por el vacío legal, por temor a la crítica o a las impugnaciones que podrían surgir de los partidos, el Gobierno haya eludido referirse siquiera de prórroga; que por otra parte le corresponde pedir, pero al Parlamento conceder, aunque puede recurrir al D.S. por extraordinaria necesidad y urgencia.

El país es más vulnerable por la menor calidad de nuestro sistema de salud y por la indisciplina; además, el virus ha puesto en evidencia la desigualdad ya que los pobres son los más propensos a enfermar y desbordar los hospitales, de hecho, ya insuficientes.

Lo que queda en cuestión es que una eventual suspensión de las subnacionales involucra la repetición íntegra del proceso ¿significará validar un nuevo censo y nuevas candidaturas y decidir si se recortan tiempos de campaña por el excesivo costo financiero de vivir en campaña permanente?

Si después de la suspensión del proceso electoral se retomase, tras la crisis, la fase electoral donde se dejó, es decir, en plena campaña y sin tocar ni el censo ni las listas de los partidos, los ciudadanos que cumplan 18 años en el tiempo de la suspensión que transcurra, verían vulnerado su derecho a votar y de presentarse a las elecciones como candidatos.

Ante este escenario incierto, se requiere la unidad y la colaboración de todo el país, no es tiempo para reyertas políticas. La solución es ponderar entre beneficios y perjuicios de la eventual postergación ya que, por una parte, es poco razonable celebrarla con más medidas de restricción y confinamiento ciudadano, lo que motivaría una alta abstención.

Pero, el aplazamiento no puede ser eterno ni beneficiar a la izquierda o a la derecha; los partidos deben acordar con el TSE la medida aconsejable, condicionados por el proceso que tomen los contagios, hasta una fecha por ellos estimada y plasmando las justificaciones técnicas y sanitarias de la decisión.

Se da la paradoja que los partidarios del aplazamiento de las elecciones subnacionales son los que tienen malas expectativas electorales, mientras que los que sobreestiman sus apoyos electorales, tienen una posición dubitativa.

Lo recomendable es que se vote teniendo el 100 % de garantías de que los bolivianos estén protegidos y sin temores, incluidos quienes estén en las mesas electorales.

En la historia de nuestra democracia ha habido momentos de gran zozobra, cada líder se enfrentó a un reto decisivo.

Saber mandar, no dudar ante el dilema, transmitir confianza en medio de la adversidad, en eso consiste dar la talla como autoridades.

La pandemia demostrará, una vez más, si nuestros gobernantes tienen o no, madera de líder.

Será otro motivo para juzgarlos.