Medio: Correo del Sur
Fecha de la publicación: viernes 08 de junio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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¿Qué metió politiquería local en un evento deportivo internacional? Sí. ¿Qué insultó de refilón a variopintos atletas de muchas naciones? Sí. ¿Se justifica la denuncia de los cívicos cruceños por “delitos de racismo y discriminación”? No. Eso es entrar al juego racista al revés de algún politizado subsecretario de racismo y discriminación.
En 2008 alerté del cantonalismo étnico en Bolivia, resultado de la confusión de palabras entre “Estado Plurinacional” y Nación boliviana. El primero amontonaba a grupos étnicos –algunos extintos– graduados a categoría de naciones por gobiernistas empeñados en embutir la hegemonía aimara. Cambiaba la noción de República de Bolivia, decía, “ideal nacional de unidad en la diversidad, signado por el mestizaje y la interculturalidad”, por el antojo acomplejado de incrementar el orgullo étnico en los pueblos indígenas. En ésa época desató una oleada de comunarios asaltando minas y fincas. Luego, el indianismo inicial tropezó con el apuro de explotar el subsuelo en “territorios” indígenas, o cortar alas de asesinos contrabandistas.
El meollo del asunto es que soslayan matices entre prejuicio, racismo y regionalismo.
Prejuiciosos somos todos y asevero, por ejemplo, que los varones somos machistas desde que en la cuna así se nos socializa. En lo étnico somos prejuiciosos, reconozcámoslo, la cosa es evitarlo o controlarlo, algo posible mientras se es más letrado, culto o vivido. Racistas eran durante el Apartheid 4 millones de europeos enraizados que aporreaban, torturaban y asesinaban a 10 millones de negros en Sudáfrica. En EE.UU persiste el racismo. ¿Es racista la dama al insultar a la señora de pollera en un bus de Santa Cruz? Tal vez, igual que el mandamás cuyo antepasado fungía de sueco porque ser alemán era odioso, hoy emperrado en construir muro que frene migrantes “latinos”.
El regionalismo existía antes de la Colonia. Estaba en la enemistad de “aimaras” y “quechuas”, que mal podía ser racial si ambos eran amerindios. Tal vez se exacerbó en tres siglos de coloniaje hispano. No extraña el regionalismo de cambas y collas, no más que define a gallegos y malagueños en España, o diferencia a cordobeses de porteños en Argentina. Al fondo yace la conciencia del ser, algo que tiene mucho de cultural en sentido antropológico. Más aún, el regionalismo es categoría dinámica, como muestra la percepción de algún colla del beniano (camba bueno) versus el cruceño (camba farsante); o el auge de identidad chaqueña, que en el contexto tarijeño poco tiene de “valle florido andaluz” y mucho de regalías del gas.
La animadversión regionalista adquiere ribetes prejuiciosos primero, algo de racista llevado al ridículo después, entre collas y cambas. Me explico. La mayoría de los mestizos bolivianos, collas y cambas, nacen con la marca genética de la mancha mongólica en la nalga. Hace risible la pretensión de ser “blanco” en el sentido racial, que por poco tiene que ver con la pigmentación de la piel. La geografía nos hace diferentes. Hoy, con mejoras comunicacionales y tecnológicas, ¿tiene sentido abundar con altiplanicie que no es uniforme, valles de yungas y cañadas selváticas, llanos de humedales y selva alta?
El fondo de la cuestión en la verbosidad imprudente del Gobernador de Cochabamba es político, mejor dicho politiquero, porque más tiene que ver con el llunquerío de un vasallo con su rey. ¿Acaso el 21F fue solo cruceño, o chaqueño, o colla? En el referéndum del 21 de Febrero de 2016 fue la mayoría de Bolivia la que dijo NO al prorroguismo anticonstitucional de Evo Morales.