Medio: El Deber
Fecha de la publicación: viernes 08 de junio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Similar tendencia se observa en nuestra
región. Los casos más recientes se vinculan a la renuncia del presidente
peruano Pedro Pablo Kuczynski, del de Guatemala y de Dilma Rousseff,
destituida por cargos de responsabilidad tras evidenciarse el
‘maquillaje’ de cifras oficiales.
El efecto dominó de
acusaciones se irradia en la región. El caso Lula no solo despierta la
apasionada negación de los hechos, la defensa ciega y el desencanto,
sino que enrarece el clima preelectoral, al sumergir al poderoso PT y a
la política brasilera en una crisis e incapacidad de renovación interna.
La corrupción afecta a todos y se equivocan quienes acusan al ‘imperio’
como el cerebro de la defenestración de Lula y de sus amigos
populistas.
La corrupción y el clientelismo político plantean
retos difíciles. En América Latina pervive el reino de la impunidad y la
ausencia de debate sincero y realista sobre el financiamiento de la
política. Esto erosiona nuestras democracias. De hecho, el informe
Latinobarómetro 2017 hace referencia al declive de la satisfacción con
la democracia. La baja de la calidad democrática es preocupante y
contradictoria, experimenta giros inesperados, volatilidad e
incertidumbre.
Para Bolivia, aplica la metáfora de una
‘democracia diabética’ cuyo lento declive no alarma y, si lo hace, puede
ser demasiado tarde. Según el
Latinobarómetro, los bolivianos
reconocieron que la corrupción y el desempleo son el principal problema,
a la par que, paradójicamente, reportaron los índices de mayor
aprobación al Gobierno. Pese a ello, el deterioro acelerado del Gobierno
de Evo Morales se evidencia en encuestas de percepción política. Aquí,
la fiscalización de los poderosos es impensable y la transparencia de la
información pública y las ‘cifras maquilladas’, pan de cada día. El
sometimiento de los poderes públicos al caudillismo autocrático
persiste. Mientras tanto, varios sectores de la población comienzan a
despertar frente a tanta discrecionalidad, abuso de poder y
avasallamiento de la ley, a fin de revertir a marcha forzada la creencia
de la infalibilidad de los mesías terrenales que gobiernan y
desmantelar la cultura que entroniza a los que “roban, pero hacen”.