Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 15 de diciembre de 2020
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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Si bien la oposición está dividida con miras a las elecciones subnacionales, el MAS tiene muchas facciones internas y su jefe, Evo Morales, no las está logrando gestionar.
El exmandatario, cuya palabra fue “ley” dentro del partido azul, hoy afronta la rebeldía de su militancia en al menos cinco plazas electorales, en las que le piden “no dedazo”, “respeto a la decisión orgánica” y no logra controlar a las bases ante el descontento, que en algunos lugares derivó en expresiones como “el pueblo decide” y la advertencia de “voto castigo”.
El hecho más duro para Evo Morales ocurrió este lunes en el municipio de Lauka Ñ, donde se generó una gran trifulca que terminó con silletazos contra el propio Morales, que estaba en la testera. Esto demuestra que hasta los cocaleros del Chapare, que teóricamente son sus bases más fieles, le perdieron el respeto.
Recordemos que en el ampliado del MAS del 21 de noviembre, las organizaciones sociales y su militancia trazaron los lineamientos para la elección de candidatos. En la oportunidad establecieron de manera específica que no se permitirían invitados y que la elección de candidatos debía hacerse de manera orgánica. Además, los asistentes pidieron “renovación.
Sin embargo, Morales, que ha adoptado apasionadamente la tarea de selección y designación de candidatos a las subnacionales, en las que quiere ganar en “al menos siete departamentos”, ha ocasionado efervescencia y violencia, al punto de estar él mismo al borde de ser agredido.
Betanzos ha sido el ejemplo más claro. Allí llegó Evo con el fin de elegir al candidato a la Gobernación de Potosí. La pelea campal fue tal, que el expresidente tuvo que estar tres horas refugiado en un cuarto, mientras sus militantes se agredían unos a otros. Morales mencionó, en una primera instancia, que Jhonny Mamani había sido elegido candidato por voto secreto, para evitar resentimientos de los eventuales derrotados. Pero ello solo generó más conflicto. Una vez que el expresidente logró abandonar el lugar, en el mismo coliseo se realizó otro ampliado de dirigentes masistas, que eligieron, también por voto, a Edilberto Chambi como candidato.
Pero no ha sido esta la única plaza en la que se han registrado estos aprestos de violencia. El 11 de diciembre la elección del candidato a gobernador de Cochabamba se realizó en medio de una protesta que Morales. En imágenes se ve al líder del partido azul tras una puerta de rejas, mientras la militancia le grita “muera el dedazo”, en rechazo a la designación de Humberto Sánchez.
Ese mismo día, en Pando se desconoció al candidato a gobernador anunciado por Morales, Miguel Chiquitín Becerra, y en su lugar se ratificó a Regis Germán Richter, quien cuenta con el respaldo de más de una veintena de organizaciones.
Lo cierto es que el MAS -como se vio desde que se conociera su victoria con más del 55% de los votos el 18 de octubre- ha entrado primero en una encarnizada pelea por pegas y ahora por candidaturas. Al parecer, son muchos los sectores que se consideran “dueños” de la victoria masista y no están dispuestos a ceder espacios de poder a las decisiones de cúpula o de dedo del caudillo. Algo seguramente difícil de digerir para éste, que durante más de 10 años se impuso en estas determinaciones.
Es más, hay un clamor por renovación y porque nuevas figuras adquieran un protagonismo que por años estuvo reservada a los entornos de Morales y su vicepresidente García Linera.
Hace unos días, el jefe regional del MAS de El Alto, Daniel Ramos, dejó claro que los candidatos deben cumplir los siguientes requisitos: ser proclamados por los sectores del MAS en un ampliado, estar comprometidos con el proceso y la población a la que representa, ser militantes inscrito en el Órgano Electoral, no tener pliego ni sentencia ejecutoriada y haber realizado su servicio militar en el caso de los hombres.
Lo cierto es que la gran victoria del MAS puede no significar necesariamente la consolidación de la hegemonía nacional que tanto ansía Evo Morales. Al parecer, el fantasma de las divisiones, las aspiraciones corporativas y también el rechazo a la forma vertical e impositiva del líder están operando insospechadamente y el propio Morales podría salir con su liderazgo desportillado.