El pasado viernes 4 Lomerío hizo historia al ser la primera comunidad indígena en aprobar, mediante una asamblea, un estatuto con el que consiguen la autoderminación para elegir a sus propios gobernantes, la legislación de leyes originales y la administración de sus recursos renovables y no renovables. “Estamos abriendo la brecha para los otros pueblos; marcando un precedente”, decía en tono triunfante a la hora de leer la resolución Elmar Masai, cacique general de la Central de Comunidades Indígenas Originarias de Lomerío (CICOL).
A una semana de aprobar su estatuto y autonomía indígena, la nación Monkoxi aún busca un pronunciamiento oficial del Estado que respalde su proceso. “Nos tiene con el compromiso de que la siguiente semana agendaremos unas mesas técnicas de trabajo, donde hay que buscarle una salida jurídica. A esta altura no han podido acompañar esa supervisión que deberían haber estado haciendo”, cuenta Masai a este medio en un contacto telefónico, durante su viaje de regreso de La Paz a Santa Cruz. No es la primera vez que el cacique denuncia “trabas” y “exceso de burguesía” por parte del Gobierno Central; ahora, ha conseguido la promesa de una reunión con el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP).
PRESERVAR LA IDENTIDAD
Desde la mañana del día de la asamblea para aprobar la autonomía de Lomerío, empezaron a llegar niños, mujeres, viejos y adolescentes acompañados de músicos con tambores y pífanos de tacuara. Los representantes de las 20 comunidades que deciden aprobar el proceso autonómico copan la sala de una pequeña infraestructura. Afuera, prácticamente toda la población de Puquio, lugar elegido como la sede, espera la lectura de la resolución.
Esa voluntad de participación evidencia la intención de preservar tal vez su mayor tesoro: la identidad cultural. Al finalizar la sesión, los líderes de la comunidad han preparado dos enormes ollas de carne y arroz acompañada de una chicha de maíz fermentada para invitar a los visitantes, participantes y periodistas. Esta es una práctica que se ha sostenido con el tiempo y que lleva el nombre de minga: una familia retribuye la roza, tala o cosecha realizada por un grupo de comunarios, con un abundante almuerzo y una fiesta, como se hacía tradicionalmente, antes de sufrir modificaciones causadas por el tiempo.
En el almuerzo, el Cacique conversa en bésiro, la lengua originaria de Monkoxi que hace poco estaba en riesgo de desaparición, solo hablada por un grupo de ancianos. Desde el año pasado, el Instituto Plurinacional de Estudio de Lenguas y Culturas (IPELC) ha comenzado un proyecto para salvar la lengua a través de los llamados nidos bilingües implementado en dos unidades educativas.
Estos nidos están conformados por niños de 0 a 4 años, para que puedan asimilar el idioma, a partir de la práctica. También participan mujeres embarazadas. Los “niditos” han sido elaborados en una asamblea comunal, donde se firmó un compromiso para la implementación del proyecto.
Cuando se le pregunta sobre el sentido de apropiación de los comunarios sobre su tierra, Masai recuerda orgulloso que hace tres años que los resultados de una encuesta, realizada junto al Instituto Boliviano de Investigación Forestal (IBIF), mostraron que, a pesar, que casi la totalidad de jóvenes quieren estudiar o trabajar en la ciudad, más del 50% desea volver a vivir en su territorio.
A raíz de esa problemática, CICOL ha emprendido el proyecto de instaurar una universidad en Lomerío que fue negada; sin embargo, sí fue aprobado el emplazamiento de un instituto técnico superior en el que se enseñarán disciplinas como la agropecuaria, agroecología y la lengua.