“El punto central es que no se da una señal para garantizar y dar las reglas igualitarias y competitivas para elegir en los comicios del 2019. Por eso declaré que soy escéptico que haya elecciones”, opina, quien fuera estrecho colaborador de Gonzalo Sánchez de Lozada, y sin empacho alguno especula que no ve una “señal positiva para realizar elecciones el 2019, si es que Evo no se consolida como candidato o no está seguro de ganar”.

Ahora bien, lo que Cárdenas deliberadamente soslaya de las elecciones es que son un mandato constitucional y no depende de la voluntad de nadie, menos de las posibilidades electorales de algún candidato, por lo que sostener lo contrario es un embuste diseñado para obtener réditos políticos.

Sin más propuesta política que el retorno a un pasado de privatizaciones, Cárdenas insiste en la tesis de que el MAS “no tiene candidato” y cual vidente vaticina que “con la muerte del estudiante de la UPEA, la popularidad del Gobierno y de Evo Morales va a caer más”.

Es decir, sin ningún respeto al dolor de la familia del joven universitario de la UPEA, Jonathan Quispe Vila, fallecido por un disparo del ahora procesado subteniente Cristian Casanova, utiliza el lamentable deceso como bandera para hacer política. Falta a la verdad cuando sostiene que “el fallo del TCP es político” y desnuda su apego a la injerencia extranjera en asuntos internos, cuando reconoce como legítimo el informe del Comité de Venecia —a la medida de la oposición— que opinó que “la reelección indefinida no es un derecho humano”.

Cárdenas vuelve a mentir cuando da vigencia política a supuestas ‘plataformas ciudadanas’, en realidad grupos de opositores disfrazados de ‘ciudadanos’.

El exvicepresidente de Goni (prófugo de la justicia y genocida) elucubra una fantasiosa novela política, que es parte de una vasta estrategia externa que busca evitar —por todos los medios— que Evo sea reelecto por el pueblo boliviano.