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Medio: ANF
Fecha de la publicación: sábado 28 de noviembre de 2020
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia directa y participativa
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No fueron necesarias las presentaciones, Claros y Mamani ya se conocían, habían leído sus escritos, mutuamente. Su cita en el espacio “Hablar de Bolivia con una taza de café” fue un reencuentro para el intercambio de sus visiones sobre el país.
Claros ha publicado ‘El mestizaje en el pensamiento boliviano contemporáneo’ y Mamani ‘El Estado neocolonial’.
Los analistas demuestran que no hay recetas para la construcción del Estado boliviano, que existen visiones contrapuestas, que se complementan y en el entramado proceso hay puntos de coincidencia y de tensión. Llegar a ellos implica sentarse e intercambiar esas ideas.
A partir de la victoria del Movimiento al Socialismo (MAS) el pasado 18 de octubre, Mamani afirma que hay un nuevo sentido de pertenencia a la Nación, y que en ese sentido el Estado es “algo que choca”. Citando a su interlocutor, señala: “¿cómo hacemos que este Estado fluya y no sea un Estado estanco,que controle y crea fronteras?”. La interrogante está lanzada.
Para Claros, el horizonte plurinacional todavía puede ser el escenario que permita recoger las diversas tradiciones y luchas históricas acumuladas, una de ellas, las autonomías, “porque es uno de los momentos claves de la formación del Estado Plurinacional”. Aunque cree que dependerá del reacomodo de las fuerzas y del impulso que el Gobierno dé a este proceso.
Usa como ejemplo el caso de Santa Cruz, que, en su criterio, no se reduce a las oligarquías, sino a una lucha autonómica para recuperar un diseño estatal que dé “cabida institucional a luchas regionales” y deje de reforzar el “centralismo y presidencialismo” que son objeto de una crítica muy fuerte y legítima.
Mamani pone en duda si efectivamente se puede hablar del Estado Plurinacional o simplemente de una “mera máscara”, después de que el gobierno de Luis Arce conformó su gabinete y dejó, según afirmó el sociólogo, inconformes a sectores aymara-quechuas, urbano-rurales populares, clase media y élites indígenas.
“Este proyecto del Estado Plurinacional, ¿qué es finalmente o de qué estamos hablando?”, cuestiona Mamani.
Sobre las autonomías en Bolivia cree que son una especie de “protectorado”; sin embargo, plantea que debiera haber dos sistemas políticos: las formas políticas locales de las autonomías, que deben ser rotativas y mediante asambleas, y en el ámbito nacional debe ser un “sistema político liberal, electivo”.
“En un diálogo más abierto; las autonomías perfectamente pueden ser una sociabilidad estatal, como una hegemonía de tipo liberal de la forma electiva del gobierno nacional”, añade el también docente universitario.
El proyecto del Estado Plurinacional, según Claros, no se circunscribe a los últimos 15 años, sino se remonta a los años 60 y 70 en el seno del katarismo y luego en la incorporación de las luchas de tierras bajas, para encontrar su momento “hegemónico” a partir de 2005 y el periodo de la Asamblea Constituyente (2006-2008).
Sin embargo, es un ciclo hegemónico de “bajada”, atribuible a cuatro aspectos: que el gobierno del MAS perdió fuerza, bloqueó la posibilidad de extender el Estado Plurinacional, no fue fiel al proyecto inicial y afronta un resquebrajamiento.
Hipotéticamente, está lejos la “reconstitución hegemónica”, no solo en torno a lo plurinacional, sino más allá de la victoria del MAS, precisa Claros.
¿Una construcción hegemónica a partir del mundo aymara?
Mamani reivindica lo aymara-quechua y su rol gravitante por ser la mayoría del país, social, espacial, económica y territorialmente. “Por siglos fue una minoría siendo mayoría”, con toda una estructura de sentidos, símbolos, idioma, conocimiento y discursos políticos, lo que desde su perspectiva conlleva una nueva subjetividad en Bolivia.
El analista va más allá. “Pensando en la nueva subjetividad social, yo diría que los aymaras y quechuas podrían hacer su propia revolución en este país”, afirma.
Asimismo, reconoce que los aymaras tienen las posiciones más radicales, pero asegura que esa radicalización es producto de no haber encontrado posibilidades de diálogo y entronque.
Para Claros, las articulaciones de las identidades colectivas van más allá de lo aymara en relación a la posibilidad de que sea el articulador de un “momento épico de lo nacional-popular”.
En su opinión, se articulan identidades urbanas populares, obreras y en esa acumulación histórica también está el movimiento indígena cada vez más diverso.
Aunque Claros alerta de que lo nacional-estatal muchas veces no se articula con lo nacional-popular, sino que entran en relaciones de confrontación o de subsunción, como supuestamente se experimentó entre el 2005 y el 2019, un momento en el que el “Estado ha empezado a devorar lo nacional-popular”.
Mamani, que se define indianista-katarista cuestiona el proceso de lo nacional-popular expresado en la formación del Estado de 1952, que fue producto de la revolución y al que se ha referido el pensador boliviano René Zavaleta Mercado en su libro inconcluso Lo nacional-popular en Bolivia (1986), periodo de afinidad con el pensamiento gramsciano (Antonio Gramsci) con el que comparte su preocupación por la formación de la nación.
Los entrevistados coinciden en que la historia política es de permanentes tensiones que pueden estallar de diversas formas. “Las revoluciones son los momentos constitutivos de una nueva sociedad, y en Bolivia —sin duda— las tensiones están amarradas y hay que desamarrarlas, ya sea por esa vía o por la vía más democrática que es lo más aconsejable”, reflexiona Mamani.
¿De qué dependen los puntos de acuerdo y diálogo en momentos de polarización? De la voluntad política, responde Claros, aunque sostiene que si el Estado cuenta con recursos, va a tener un margen para entablar diálogos con las fuerzas políticas; y de no tener excedente, sus posibilidades se limitarán y es probable que se “agudicen las posiciones polares, ese es un riesgo”, por lo que está en duda un escenario esperanzador.