Medio: Ahora el Pueblo
Fecha de la publicación: sábado 02 de junio de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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En una larga lista nos encontramos con nombres como Gabriel René Moreno, Alcides Arguedas, Fernando Diez de Medina y un largo etcétera. La mentalidad colonial no se expresa solamente en los textos o discurso o hablar muy bien sobre aspectos históricos o refutar contenidos jurídicos, sobre todo se manifiesta en las actitudes.
De ahí que la actitud de Carlos D. Mesa de remover su actitud de víctima y que pretenden demolerlo también pasa por ese tipo de actitudes, eso se vio demostrando su elevado narcicismo cuando afirmó hace pocos días: “El Gobierno parece estar invitándome a ser candidato, parece que le gusta que sea candidato”, con lo que expresa su vacilante falta de valor de tomar decisiones por sí sólo, ya que ante la pregunta “¿aceptaría la invitación? Mesa dijo: “Quién sabe”.
Cuando en 2002 Gonzalo Sánchez de Lozada decide que su acompañante de fórmula sea Carlos D. Mesa, es porque éste es un representante de la clase media, no por sus cualidades políticas. Se trataba de captar votos de un segmento de la población utilizando el capital social acumulado por Mesa en su calidad de periodista, pero no por su experiencia política.
La verdad es que Carlos Mesa ha demostrado desde lo más profundo de su ser una notable inseguridad y ser complaciente con la corrupción. Pero además, esa falta de valor la llena con una vanidad sin límites, como es creer que el Gobierno está preocupado por invitarlo a ser candidato, ya que cuando era presidente salió tirando la toalla, el pueblo es testigo de las más de dos oportunidades, entre jueves y domingo, en que amenazaba con renunciar.
Y más allá de la aclaración sobre su responsabilidad en el caso que investiga la Policía Federal brasileña, respecto al caso Odebrecht, en el que aparecen las iniciales C.M. en el pago de sobornos o el caso del pago de resarcimiento de 46 millones de dólares, dictado por un tribunal arbitral en favor de la empresa Quiborax, lo que debe quedar claro es que el Gobierno no necesita ninguna estrategia de demolición de su imagen, pues él ha hecho méritos por motu proprio para derrumbarla.
Vale decir que fue una especie de ídolo para los ingenuos que creyeron en él, pero con pies de barros. Cuando Carlos Mesa llegó al poder gozaba de un amplísimo apoyo popular, pero lo echó por la borda, precisamente porque no tuvo la valentía de tomar decisiones, que fue lo que en su momento demandaba la población boliviana, como fue la nacionalización de hidrocarburos y convocar a la Asamblea Constituyente.
No vamos a juzgar la actitud de Carlos Mesa, tendrá sus razones, pero sí podemos afirmar que los hechos de octubre de 2003, su negativa a ser testigo de las víctimas y tras el fallo en EEUU, así como la labor de su gestión, no pesaron trascendentalmente como el pueblo esperaba.
Recordar los hechos históricos y reconstruirlos no como algún ex vicepresidente, sino también con el propósito de hacerlo visible, califica esta recuperación de la memoria histórica, en rigor de verdad, que quien lo persigue es la historia.
Así que no hay intencionalidad alguna de demoler la imagen de Carlos Mesa, pues no existe necesidad para ello, ya que él mismo ha hecho los méritos suficientes para su suicidio político y si pruebas faltaran para afirmar que el Gobierno no quiere “demoler” su imagen, ha sido pues el presidente Evo Morales quien lo invitó a ser vocero de la causa marítima, con lo que demostró una desprendida actitud.
Carlos D. Mesa tiene el legítimo derecho a presentarse como candidato, pero también es el pueblo el que tiene el derecho legítimo a pedirle coherencia entre los discursos y los hechos, entre la verdad histórica y los “olvidos” intencionados.
La historia, con su registro implacable de las actitudes y los hechos, pinta de cuerpo entero a las personas que fueron ilustres simplemente por los artificios de sus entornos mediáticos y la mediocridad aduladora, pero será la misma historia que se encargará de demolerlo porque nunca fue coherente y trasparente con su pueblo porque nunca le habló claro