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Medio: Correo del Sur
Fecha de la publicación: lunes 23 de noviembre de 2020
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones subnacionales
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Es por eso que las elecciones bolivianas se caracterizan por una gran cantidad de candidatos. Las de 1980, por ejemplo, tuvieron 13 candidaturas, una cantidad más bien modesta si se toma en cuenta las que fueron registradas en otros comicios. Pero eso fue posible debido a que algunas candidaturas eran el resultado de alianzas políticas.
El Frente Democrático Revolucionario-Nueva Alternativa (FDR-NA), por ejemplo, era la unión del Partido Demócrata Cristiano, la Alianza de la Izquierda Nacional, la Ofensiva de la Izquierda Democrática y el Partido Socialista-Aponte. El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que se había fraccionado varias veces hasta entonces, se presentó unificado parcialmente porque aglutinó al Partido Comunista de Bolivia-Marxista Leninista; al MNR, sin añadidos, y al Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierda-1 con los que se presentó como MNR-Alianza.
El frente ganador de aquellas elecciones fue la Unidad Democrática Popular (UDP) que, a su vez, estaba integrada por el Partido Comunista de Bolivia; el Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierda, sin el 1; el Movimiento Popular de Liberación Nacional, el Partido Socialista-Atahuichi, Vanguardia Obrera y el que sería su aliado más famoso, el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria.
Utilizamos como ejemplo a las elecciones de 1980 no solo porque sus resultados definieron, después, el destino del país, sino también porque, como se habrá notado en lo antes dicho, había varios partidos con la misma sigla, aunque con la variante de números o apellidos, y esa es la muestra de la división imperante en ese tiempo. Los más fraccionados en esa elección eran el MNR y el Partido Socialista.
El de Paz Estenssoro, que conservaba la sigla, logró atraer a algunas corrientes disidentes, pero otras participaron por su cuenta como, por ejemplo, el Movimiento Nacionalista Revolucionario Unido, de Guillermo Bedregal, y Alianzas de las Fuerzas de Izquierda Nacionalistas del MNR, de Roberto Jordán Pando, y eso sin tomar en cuenta que el Partido Revolucionario Auténtico, de Walter Guevara Arze, y el Partido Revolucionario de la Izquierda Nacionalista, de Juan Lechín Oquendo, ya eran desgajamientos del MNR histórico. El Partido Socialista estaba dividido en tres y dos de ellos formaron parte de alianzas, mientras que el que se presentaba con el número 1 como sufijo era el de Marcelo Quiroga Santa Cruz.
¿Por qué tanta división? Porque todos se creían presidenciables y no tomaron en cuenta un momento histórico en el que se intentaba salir de la larga noche de las dictaduras. La UDP ganó, pero sin la mayoría necesaria, así que el resultado se empantanó en el Congreso. Fue la excusa de García Meza para el golpe que se produjo 18 días después de las elecciones.
En las elecciones de 2020, todos se creían presidenciables, particularmente Camacho, y, por eso, no hubo un frente anti-MAS que, unido, habría llegado a segunda vuelta. Fue una de las muchas razones que posibilitaron el triunfo de Arce y Choquehuanca.
Ahora, de cara a las elecciones subnacionales, el fenómeno se repite por enésima vez. Todos los políticos se creen capaces de ser gobernadores o alcaldes, y aparecen candidaturas como hongos bajo la lluvia. El MAS irá solo, sin alianzas, y si los demás repiten el error de siempre, el que posibilitó su derrota en octubre reciente, entonces la aspiración del expresidente Evo Morales, de ganar siete gobernaciones y al menos 300 alcaldías, no será difícil de hacerse realidad.