Medio: Opinión
Fecha de la publicación: domingo 03 de junio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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La institución
que deja caer como gotas de rocío en el desierto señales de cambio es la
Justicia; son los tribunales de justicia a los que el gas contaminante
de la corrupción no les alcanzó o al menos no provocó el efecto
devastador que tiene en países como el nuestro. En efecto, sentencias
como las dictadas en Argentina, Brasil y al otro lado del océano en
España, dan muestras de que una justicia empoderada actúa con
independencia, se sobrepone a las presiones del poder político,
económico y de sectores sociales que por las condiciones de precariedad
en la que viven, son fácilmente movilizados a cambio de pequeñas dádivas
para que apoyen y defiendan una gestión plagada de ilegalidades y
corrupción y así evitar que el Órgano Judicial haga su trabajo como
mandan la Constitución y las leyes en un Estado que dice ser
democrático. Lo que para aquellos países en los que la Justicia actúa
con mucho sentido de responsabilidad y dignidad de sus componentes, para
Bolivia
es un artículo de lujo, por ahora, casi inalcanzable por la miseria
espiritual de quienes acceden a ser jueces, fiscales o magistrados/as.
Día que pasa el Sistema de Justicia se deteriora, degrada y, en
consecuencia, pierde credibilidad, respeto de la ciudadanía y debilita
la democracia. Es posible que entre todos/as los/ as que detentan los
cargos existan profesionales que lo hacen con sentido de responsabilidad
e idoneidad, pero la podredumbre que se devela en las decisiones de las
altas esferas no permite identificar a las excepciones existentes. Lo
que ocurre en los países mencionados nos hace pensar en que es posible
pensar en una justicia que sea una garantía de coexistencia pacífica.