Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: domingo 22 de noviembre de 2020
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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Convengamos que a Morales no le importan las formas, que él “le mete nomás”, consecuentemente no es su problema de cómo se vea o se tome lo que dijo; que lo que le interesa es mantener la sensación de que él es quien manda, quien tiene el poder y quien determina lo que pueda suceder con Arce, quien, además de haber anunciado el pago del “bono hambre”, posesionado altos mandos militares y policiales, aun no atina a opinar sobre el estado del Estado, lo que se pudiera entender como precaución (sería entendible) o, por otro lado, que dé la sensación de que no sabe por dónde empezar, porque siempre actuó recibiendo órdenes y esta vez las debe dar él. Esa es una cuestión de ser y parecer.
Esas son las percepciones que genera el presidente Arce Catacora hoy; la gente tiene expectativas, pero su crédito es chico y su tiempo no es largo, el asunto es que se le pide carácter y no demuestra eso. Ojalá llegue a los 100 días sin presiones extras (políticas básicamente); eso depende de las cosas que sea capaz de hacerle, facilitarle o complicarle Evo Morales, un vector político independiente que hace lo que le da la gana, sólo “porque puede”.
Apenas lograda la victoria de Arce, aseguré que ese triunfo “expresaba el objetivo de los 21 días”, es decir, el “fuera Morales”; probablemente parezca un contrasentido, pero así nomás fue, la gente que sacó a Evo Morales entendió el mensaje de la calle y lo despidió junto con su modelo y comportamiento político, pero no confió en los opositores para darles su voto y sí lo hizo con Luis Arce, Y lo hizo porque seguramente pensó que en su candidatura el país podría encontrar apoyo popular, estabilidad política (estábamos saliendo de 11 meses de un gobierno que pudo haber sido y no fue) y que se acabaría el abuso de los bienes del Estado (en lo personal, sigo esperando una respuesta del Presidente sobre las investigaciones de la UIF, entendamos incremento de su fortuna y “trámites varios” que deben ser aclarados), la corrupción, la imposición antidemocrática y otros y… hete aquí, que, a 14 días de llegado el nuevo gobierno las cosas comienzan a parecerse tanto al pasado reciente (14 años) que esto no pinta bien.
Veamos: la imposición de Diego Pary como embajador en la ONU (exhombre clave de Morales, esa es una señal al mundo de que él está presente). La elección de Leonardo Loza al Comité de Seguridad del Estado y Lucha contra el Narcotráfico en el Senado –siendo él un cocalero del Chapare, donde la coca se desvía en un 95% al narcotráfico– es una muestra de que se repite la forma y el modelo de impunidad cocalera del gobierno de Morales en una de las más sensibles actividades del Estado; los procesos extrajudiciales que comienzan a “aparecer”, evidentemente políticos, las “correteadas”, las amenazas, la prepotencia que se ve por todos lados, sin que el Presidente atine a decir, frenar o hacer nada, a tomar iniciativas que den al menos una sensación de que él está a cargo de todo. Pero, convengamos, no hay nada que así lo pruebe.
Para colmo, una vez citado, decidió ir al “ampliado del instrumento” como militante disciplinado sin entender que eso es lo que quiere Morales, que esa acción se vea como una especie de sometimiento al jefe que ha establecido que, en el orden de prioridades, antes que nada, está “el instrumento”, incluso antes que el país y la gestión de su propio partido, ahora en manos ajenas.
Evo Morales no va a buscar “gobernar” desde su “cuartel político”, sea Colcapirhua, el trópico o una oficina itinerante, que seguramente se convertirá en el nuevo destino o romería de necesitados de influencias y pegas; lo que va a hacer es imponer, sin responsabilidad personal, lo político por encima de la gestión; el poder fáctico, ese que él cree va a seguir detentando, va a tratar de ejercerlo e imponerlo. Eso, hasta que Luis Alberto Arce Catacora entienda que los votos son de él, que, si bien los sectores populares masistas consolidaron su triunfo, son los mismos votos de siempre; que los que él logró son los votos de clases medias que esperan que las cosas cambien. El día que entienda eso, seguramente podrá poner límites a una relación que, de seguir como se la ve, será, evidentemente tóxica y sin posibilidades de mejorar la marcha del Estado.
Morales es lo que es, ya lo conocemos, por eso “ningunea” a Arce de la manera que lo hizo y se declara su protector; él jamás va a hacer lo correcto, sino aquello que lo justifique en su “necesidad de seguir siendo”.
De Arce y su entorno (¿qué será de la vida de Choquehuanca?) depende que el país reciba la confirmación de que el tiempo de Morales terminó y que se puede aspirar a tener un mejor país. Al fin de cuentas, no se puede desperdiciar el 55% de los votos, simplemente porque el huido así lo determinó y, no es que a uno lo ilusione Arce, para nada, simplemente espera que este actúe en consecuencia con el país, para eso quiso estar donde está.