Medio: El Día
Fecha de la publicación: lunes 16 de noviembre de 2020
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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Luis Arce tenía que organizar un gobierno no sólo diferente, y para ello prescindir del entorno evista, sino también la obligación de imponer una purga en la filas de su partido como una señal de que es el nuevo gobernante y tiene toda la legitimidad para hacerlo y cuanto antes mejor. Al margen del discurso confrontacional e incluir solo a tres mujeres y tratar de echarle la culpa a Jeanine Áñez de la crisis económica, política, social y sanitaria, ha conformado un gabinete con jóvenes profesionales (muchos juraron sin el brazo en alto), que en términos formales se proyecta auspicioso.
La mayoría del pueblo boliviano ha votado por Luis Arce y, por tanto, ha contraído un compromiso político que debe honrar, aunque sea sacrificando la ambición del jefazo, y ha dado algunas señales en esa dirección. Que tiene que gobernar para todos los bolivianos, corregir errores y mejorar todo lo que está bien, parece imprescindible para una nueva administración masista. Sin embargo, la voluntad de restituir los dos tercios en la Asamblea Legislativo hubiera sido la señal perfecta de que soplan otros vientos en el MAS.
Los gobernantes tienen la enorme responsabilidad de administrar el Estado y hacer mejor que los anteriores, e igualmente realizar una purga radical en las filas azules, porque necesitan de un partido reinventado, renovado, depurado, con proyección de futuro. Hay altos dirigentes y exautoridades con procesos judiciales, acusados de cometer delitos graves, muy graves y gravísimos, que han traspasado los límites legales, éticos, de la tolerancia y las reglas democráticas. El propio Evo Morales no ha dejado de incitar a la violencia, los bloqueos suicidas, la privación del libre tránsito, de alimentos, entre otros.
En los sucesos del año pasado se evidenció la vinculación del MAS con el terrorista peruano Oscar Serna Ponce, condenado por el secuestro de Samuel Doria Medina. En realidad no se trata de un simple simpatizante o militante del partido, sino de un jefe de campaña que se pavoneaba con el ex ministro de gobierno Carlos Romero. También fue herido de bala el guerrillero de la FARC colombiana, Facundo Molares Schoenfeld.
Que los mandatarios hayan obtenido el 55% de lo votación no significa eliminar (como por arte de magia) todos los procesos judiciales, menos imponer la impunidad para sus “delincuentes confesos”. Ni perdón ni olvido para los que abusaron del erario público o cometieron delitos comunes, comenzando por la cabeza del partido, debe ser la consigna.
El MAS necesita reinventarse y reconocer que existe una nueva realidad nacional. La sociedad ha cambiado y no está en condiciones de volver al verticalismo, uso inapropiado de los bienes del Estado, permitir que los gobernantes se salten la Constitución ni las reglas democráticas. Hay un pueblo vigilante y no parece dispuesto a permitir los abusos de poder, la venganza y la persecución política, la corrupción, el despilfarro, que caracterizaron la gestión de los 14 años pasados. El gobierno tiene que garantizar la libertad de expresión, y el derecho a emitir libremente las ideas por cualquier medio de difusión y, sobre todo, ser tolerantes con quienes tienen ideas distintas y piensan diferentes.
Los objetivos partidarios del MAS no pueden estar al margen de la Ley, la Constitución y los principios democráticos. El partido de Evo Morales tiene un precioso tiempo para reinventarse, reproducir el poder y su liderazgo, siempre y cuando depure de sus filas a elementos terroristas, condenados judicialmente, acusados de cometer graves delitos y radicales que le hacen un flaco favor tanto a los actuales mandatarios, al gobierno, así como a su estructura partidaria.