Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 01 de junio de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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A pesar de la evolución democrática y de ciertas leyes de nuevo cuño que lo condenan y hasta sancionan, goza de buena salud; aunque a estas alturas, son pocas las personas que se autoproclaman regionalistas y estas expresiones suelen más bien darse en el ámbito de lo privado, no de lo público.
Sin embargo, todavía existen quienes, al parecer, se sienten orgullosos de su propio y atávico regionalismo. Uno de ellos es el gobernador de Cochabamba, Iván Canelas, que sin pelos en la lengua, pública y oficialmente hizo gala de ello: “No vamos a esperar que un cruceño venga aquí a gritarnos ‘Bolivia dijo No’. Extraños que vienen a tratar de dañar y afectar a los Juegos Suramericanos”, sostuvo en un discurso de entrega de una unidad educativa.
Aunque usted no lo crea, un experiodista, principal autoridad de Cochabamba, cercano colaborador del presidente Evo Morales, ha sido capaz de lanzar semejante muestra de instinto cavernario nada menos que ante decenas de estudiantes, justamente las nuevas generaciones que uno quisiera que jamás reproduzcan las taras de sus antepasados.
Claro, Canelas, como cualquier militante del MAS, está molesto porque la gente grita “Bolivia dijo No” cada vez que puede, y estos días ha habido varias de estas manifestaciones, justamente en estadios y coliseos donde se desarrollan las competencias deportivas.
Como Canelas, el Gobierno ha querido mostrar que son sólo 50 personas las que corean el No a la reelección, pero cuando se las escucha parecen miles; que son grupos que se organizan para ello, pero ¿tantos?; que el Presidente se fue sin inaugurar los Juegos porque tenía que despedir a un invitado, pero nadie cree que un mandatario al que tanto le gusta discursear deje de hacerlo cuando es anfitrión de la mayor fiesta deportiva boliviana en décadas, que además le ha costado millones al Estado, sólo para ser gentil con uno de sus huéspedes...
Pero, volviendo a regionalismo, es triste que para defenderse en
política se eche mano de lo más vergonzante que tenemos; que se aliente
así la confrontación y se legitime la discriminación como argumento de
debate. Más triste, aún más, que no hayamos hasta ahora, escuchado una
disculpa.