Medio: El Día
Fecha de la publicación: miércoles 11 de noviembre de 2020
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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Hay una gran expectativa enorme. Todo el mundo quiere saber quién es el guapo que se propone gobernar a un pueblo tan indómito y tan bravo como el nuestro. Aunque se parezca a un escaparate, no es cualquier plaza donde actúa. Muchos ojos lo verán y lo oirán al primer actor de la película. Es un instante fugaz y único. Suele arrancar lágrimas de felicidad, pero también induce al abandono emocional. El orador que se abandona a esas flaquezas, es un mal orador; el bueno es aquel que sabe dominarlas.
La atención concentrada, permite columbrar el interior de la persona; a veces suele estar abroquelado adrede; otras veces, afloran los secretos escondidos. Vamos, uno no es pues de piedra, es un ser humano. El escenario donde habitualmente trabaja es vigilado de día y noche, aunque no haya peligro, es siempre mejor cuidar su seguridad. Es el primer ciudadano de un país; en él está representado todo un pueblo; de ahí el luciente y aparatoso ritual de homenaje que le rodea en todas partes.
En el acto de posesión hay muchos invitados. Presidentes de otras naciones o delegaciones que asisten a congratular a nombre de su gobierno. Esos días la casa está pues llena de forasteros curiosos; ellos irán a contar fuera todo lo que han visto y a comentar cómo es el nuevo inquilino de Palacio. Por eso es conveniente pasar una mano de revisión al texto del discurso. No se puede decir cualquier cosa. Se debe cuidar mucho el propio decoro personal y, sobre todo, la dignidad del país. El consejo de lavar los trapitos sucios en casa y no en público, es un buen consejo. Así como lo ven, así se supone que es el país. “Los pueblos tienen el gobierno que se merecen”, dice una sentencia popular. Y es cierto.
No debería hablar mucho el presidente. La sobriedad en el discurso no sólo es discreción; es también un signo de inteligencia. Si quiere lucirse como un orador, sería bueno recordar que la oratoria es un arte. Se parece al estilo de un buen escritor: decir en pocas palabras muchas cosas.
Ahora bien, a la luz de estas reflexiones, ¿cómo es la personalidad del flamante mandatario? Por su profesión, es un hombre de números. Tenía la reputación de ser un mago de las finanzas. Hemos empezado a conocer su perfil político. Se desbordó en una amplitud retórica innecesaria. Acusar a los que se han ido no le aumenta, más bien le disminuye la imagen. Muestra la ausencia de una grandeza espiritual. Hubiéramos querido conocerlo con distinto perfil, que no se pareciera al caudillo populista.