Medio: La Razón
Fecha de la publicación: lunes 09 de noviembre de 2020
Categoría: Órganos del poder público
Subcategoría: Órgano Ejecutivo
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En un acto que contó con la presencia de invitados nacionales e internacionales, entre ellos el rey Felipe VI, los presidentes de Argentina, Alberto Fernández; de Paraguay, Mario Abdo, y de Colombia, Iván Duque, y el vicepresidente segundo del gobierno español, Pablo Iglesias, además de los expresidentes de Bolivia Eduardo Rodríguez Veltzé y Carlos Mesa, y delegaciones de gobierno regionales y europeos, y la notoria ausencia de la expresidenta interina, el mandatario electo el 18 de octubre recordó que el resultado de la votación significa que “la población boliviana votó por la paz y la estabilidad, por la esperanza y la dignidad, por el rencuentro entre todos y todas las bolivianas y bolivianos”.
La ceremonia de ayer vino precedida de dos semanas de creciente tensión política y amenazas de desborde de violencia, que pese a su previsible declinación son un recordatorio de que hay segmentos de población no solo activamente opositores, sino también presas del desprecio, cuando no del abierto odio, que demandarán la más grande de las vocaciones democráticas por parte de los gobernantes, pues es poco probable que los líderes de esos grupos la tengan.
Fue de gran importancia también el discurso pronunciado por el Vicepresidente del Estado minutos antes, pues estuvo lleno de referencias a la cultura de la complementariedad, del vivir bien y, sobre todo, a una revolución que “es la revolución de ideas, es la revolución de equilibrios, porque estamos convencidos que para transformar la sociedad, el Gobierno, la burocracia y las leyes y el sistema político debemos cambiar como individuos”.
Por su parte, el Presidente anunció que “a pesar de las diferencias, estamos en la obligación de estar a la altura del pueblo, que nos demanda paz y certidumbre”, que se buscará rectificar los errores del pasado, pero también profundizar los aciertos y que como creyente en la Justicia evitará fomentar “un ambiente de resentimiento y de venganza, que no respete la diversidad de pensamiento, en donde ser de otro partido o color político te hace ser objeto de odio”.
El país llega, pues, a este momento luego de un intenso proceso de depauperación de la democracia, tanto en sus instituciones como en la confianza ciudadana hacia el Estado en general y el gobierno en particular. La euforia callejera de ayer y la que se expresa a través de las redes sociales marcan el final de un año oscuro, pero también, el inicio de un tiempo cuya meta es, en palabras del Vicepresidente, “que nadie se quede atrás, que todos tengan todo y a nadie le falte nada”.