Medio: Nuevo Sur
Fecha de la publicación: sábado 07 de noviembre de 2020
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
La situación del País causa perplejidad, sobre todo porque la institucionalidad democrática lejos de recuperar su salud tras las elecciones del 18 de octubre, se encuentra atravesando una crisis imperdonable, pues en los pasados comicios estábamos ante la última oportunidad para que el Tribunal Supremo Electoral pudiera reivindicarse y entregar un resultado de su trabajo sin mayores observaciones, aunque estuviera lejos de ser impecable. Después de que se anularan las elecciones de 2019, todas las sospechas pendientes tenían que desvirtuarse y las promesas iniciales requerían ser estrictamente cumplidas, entre ellas la de sanear de forma transparente el Padrón Electoral, garantizar un conteo preliminar preciso e ininterrumpido y permitir el acceso en línea a las actas electorales, una vez fueran introducidas al computo. La vocal electoral Rosario Baptista hizo una acusación gravísima y directa, que salpica a todos sus colegas y abre una Caja de Pandora, en un momento de tanta tensión política donde las dudas dejaron de ser abstractas, ahora existen elementos sólidos para exigir una Auditoria imparcial y es inocultable el descrédito de quienes dirigen un Órgano del Estado, cuya única tarea es actuar con imparcialidad y llevar a cabo sus labores incorporando aquellas herramientas tecnológicas, que en la mayoría de los países son empleadas sin secretismo y bajo múltiples mecanismos de control. La denuncia es que se habría empleado un bloque de data interno técnicamente reservado, algo similar a lo ocurrido el año 2019, la vocal Baptista fue inclusive más específica y pidió a Salvador Romero decir la verdad, de forma que estamos en un contexto desalentador y explosivo, cuya polémica va más allá de lo que arrojen las futuras investigaciones, por tanto está demostrado que hubo un aplazo imperdonable y el veredicto de la historia en ese sentido seguramente será implacable, pues existen responsables y lamentablemente son demasiados, porque incluyen desde los parlamentarios que hicieron las designaciones, hasta los candidatos que mantuvieron permisividad y dieron ingenuamente su plena confianza sin tener razones para ello. En caso de que se demuestren irregularidades cuyas implicaciones sean institucionales, estaríamos ante una crisis política realmente difícil de manejar, toda vez que son las instituciones las que deben encontrar las soluciones, no ser el origen de los conflictos, como increíblemente sucede en Bolivia con las dramáticas consecuencias que sobrevienen, a causa una cadena de delitos y torpezas que no parece tener fin. Las explicaciones ambiguas, los silencios desafiantes y la ausencia de integridad, alimentan frustraciones y enconos que deberían haber quedado en el pasado, pues no dejamos atrás aquello que impide la reactivación económica y la reconciliación política, de forma que las contradicciones tienen una metafísica inquietante, haciendo que surja nuevamente la sensación de que seguimos caminando al borde del abismo, porque los poderosos continuamente tientan a la suerte, los serviles continúan forzando los limites y los ciudadanos seguimos siendo empujados a dilemas injustos, por intereses que no comprendemos y cinismos que no perdonamos. Estos días son cruciales para ver cómo se desarrollan estos ingratos acontecimientos, esperemos en los actores políticos cierta inteligencia, en las autoridades prudencia y en las averiguaciones celeridad y sobre todo la honestidad que se extraña en quienes inexcusablemente deberían tenerla.