Medio: El Día
Fecha de la publicación: martes 27 de octubre de 2020
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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Hasta el líder histórico del MAS, Osvaldo Peredo Leigue, quien mantiene desde hace 50 años una línea directa con La Habana, ha dicho que a Luis Arce no le conviene liarse con el pasado y que tiene que romper con el “Evismo”, que representa todo lo negativo que se pueda concebir en política: abuso, corrupción, derroche y lo más grave, una degradación moral que estaba llegando a extremos intolerables en un país donde la transgresión es una norma y la viveza criolla una suerte de religión.
La vocera del MAS, Marianela Paco, una de las ministras más obsecuentes que tuvo Evo Morales a su lado, ha ido más lejos al referirse a la grieta interna y asegura que no volverán al nuevo gobierno las “corrientes perversas que generaron división y daño” al interior del partido. Lo ha dicho después de que se difundió una conversación en la que la dirigente no sólo cuestiona a su ex jefe, sino también a Luis Arce y David Choquehuanca, con quienes, según dijo, no tiene un lugar asegurado.
Todo quedará develado el próximo 8 de noviembre, cuando veamos la lista de invitados a la posesión de Luis Arce. Es difícil que Nicolás Maduro, Alberto y Cristina Fernández, Lula, Correa y demás exponentes del Socialismo del Siglo XXI quieran perderse semejante acontecimiento, es decir, la recuperación de un poder que muchos creían perdido. Y mucho más complicado de imaginar es que semejante fiesta no tenga como personaje central a Evo Morales, quien desde afuera es visto como el verdadero triunfador de las elecciones del 18 de octubre. ¿Podrán al menos disimular un poco? El populismo nunca ha sabido de sobriedades y menos ahora que recupera una pieza clave en el continente y que además está de plácemes por lo ocurrido en Chile, un país que podría sumarse al club que integran Venezuela, Argentina, Bolivia, Cuba y Nicaragua. La algarabía es total.
De cualquier forma, la realidad no se puede cambiar, como lo vienen asegurando los marxistas desde hace más de un siglo. Y el hecho es que el país que dejó Evo Morales es radicalmente distinto al que tenemos ahora, no sólo por lo que ha ocasionado la pandemia, sino por todo lo que se lanzó por la borda durante 14 años.
Si el “Evismo” quiere volver a gobernar y aplicar todas las fórmulas que ya conoce, podrá hacerlo porque su maquinaria política, sindical y judicial sigue intacta y lista para volver a funcionar (la verdad es que nunca se detuvo). El problema es que a partir de ahora su principal enemigo no es ni la prensa ni la oposición, sino la economía, que ya provocó el susto de Arce, el primero en hacer alusión a lo más temido de la historia contemporánea: UDP.
Acostumbrados como estamos a las grandes sorpresas y a las misteriosas estrategias que pone en práctica el MAS, no sería raro que todo lo que se dice hoy internamente sobre Evo Morales y su entorno, no sea más que otra de las tácticas envolventes para dar la sensación de que existe un genuino interés por la renovación y la reconducción del “proceso de cambio”.
Hasta el líder histórico del MAS, Osvaldo Peredo Leigue, quien mantiene desde hace 50 años una línea directa con La Habana, ha dicho que a Luis Arce no le conviene liarse con el pasado y que tiene que romper con el “Evismo”, que representa todo lo negativo que se pueda concebir en política: abuso, corrupción, derroche y lo más grave, una degradación moral que estaba llegando a extremos intolerables en un país donde la transgresión es una norma y la viveza criolla una suerte de religión.
La vocera del MAS, Marianela Paco, una de las ministras más obsecuentes que tuvo Evo Morales a su lado, ha ido más lejos al referirse a la grieta interna y asegura que no volverán al nuevo gobierno las “corrientes perversas que generaron división y daño” al interior del partido. Lo ha dicho después de que se difundió una conversación en la que la dirigente no sólo cuestiona a su ex jefe, sino también a Luis Arce y David Choquehuanca, con quienes, según dijo, no tiene un lugar asegurado.
Todo quedará develado el próximo 8 de noviembre, cuando veamos la lista de invitados a la posesión de Luis Arce. Es difícil que Nicolás Maduro, Alberto y Cristina Fernández, Lula, Correa y demás exponentes del Socialismo del Siglo XXI quieran perderse semejante acontecimiento, es decir, la recuperación de un poder que muchos creían perdido. Y mucho más complicado de imaginar es que semejante fiesta no tenga como personaje central a Evo Morales, quien desde afuera es visto como el verdadero triunfador de las elecciones del 18 de octubre. ¿Podrán al menos disimular un poco? El populismo nunca ha sabido de sobriedades y menos ahora que recupera una pieza clave en el continente y que además está de plácemes por lo ocurrido en Chile, un país que podría sumarse al club que integran Venezuela, Argentina, Bolivia, Cuba y Nicaragua. La algarabía es total.
De cualquier forma, la realidad no se puede cambiar, como lo vienen asegurando los marxistas desde hace más de un siglo. Y el hecho es que el país que dejó Evo Morales es radicalmente distinto al que tenemos ahora, no sólo por lo que ha ocasionado la pandemia, sino por todo lo que se lanzó por la borda durante 14 años.
Si el “Evismo” quiere volver a gobernar y aplicar todas las fórmulas que ya conoce, podrá hacerlo porque su maquinaria política, sindical y judicial sigue intacta y lista para volver a funcionar (la verdad es que nunca se detuvo). El problema es que a partir de ahora su principal enemigo no es ni la prensa ni la oposición, sino la economía, que ya provocó el susto de Arce, el primero en hacer alusión a lo más temido de la historia contemporánea: UDP.