Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 25 de octubre de 2020
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Ante ello, diversos portavoces del MAS y entusiastas adherentes internacionales de Evo Morales han sacado la conclusión de que el año pasado no hubo fraude. Si Morales logró 47% en 2019 y su partido alcanzó ocho puntos más, limpiamente, en las recientes elecciones, dice ese raciocinio, entonces no hubo fraude el año pasado. Pero ambas cosas son verdad: sí hubo fraude en 2019 y sí se produjo una victoria limpia y contundente en los comicios del 18 de octubre pasado.
Una de las demostraciones de que hubo fraude en 2019 es que el sistema TREP, una vez que empezó a funcionar, fue suspendido al llegar al 83% del recuento. Al reiniciarse, 24 horas después, la tendencia había cambiado y la diferencia entre Morales y Mesa ya no era de siete puntos, como lo estableció el primer resultado, sino de 24 puntos en el 17% restante. El promedio general dio, así, 10,5% de diferencia. Justo lo suficiente para eludir una segunda vuelta, en la que se predecía que el candidato del MAS perdería.
¿De cuánto fue ese fraude? No se sabe con exactitud. Algunos señalan que como solo con cambiar 30.000 votos era suficiente para evitar la segunda vuelta, la irregularidad fue muy pequeña. Otros creen que la magnitud de la irregularidad fue bastante mayor, sobre todo si se considera que se descubrieron no uno, sino dos servidores “ocultos” que interferían en la entrega de los resultados.
Una reciente investigación realizada por Diego Escobari, de la Universidad de Texas RGV, y Gary A. Hoover, de la Universidad de Oklahoma, sostiene que el fraude fue de 2,5%. Por lo tanto, Morales habría obtenido 44,5% de los sufragios, versus 39% de Mesa. Justamente ese fue el resultado de conteo rápido que difundió Jubileo para esas elecciones (44% a 38,7%). Los estudios de conteo rápido suelen ser muy precisos, como se demostró esta semana.
Y así como hubo fraude en octubre de 2019, no se produjo un golpe de Estado. ¿Qué clase de golpe de Estado es cometido por unos militares que después no toman el poder? ¿Y cómo se explica que tras el “golpe” los supuestos perpetradores fueran destituidos de sus cargos y, en el caso del excomandante general Williams Kaliman, incluso citados a declarar a la Fiscalía? Por otra parte, quien anuló las elecciones fue el presidente supuestamente derrocado...
Evidentemente se han vivido tiempos difíciles y confusos todo este año. Son tiempos además de luto, porque se perdieron vidas de bolivianos y se instaló una profunda polarización. El gobierno de transición cometió enormes errores, no sólo en la forma en que reprimió los conflictos, sino al utilizar políticamente para beneficio propio un mandato específico y delicado que le había dado la nación al delegarle exclusivamente convocar a nuevas elecciones. Pero esto no elimina lo sucedido en la elección pasada, producto de la ambición del entonces presidente Evo Morales y su terquedad con prorrogarse indefinidamente en el poder. Los resultados del domingo pasado demuestran que era precisamente ese factor el que fue rechazado por los votantes, no así el movimiento político a quien él representa.
Una de las tareas más delicadas que tendrá la nueva gestión de gobierno será -lo sabemos todos- la búsqueda de acercamiento y reconciliación entre esas dos mitades en la que se ha partido el país: los que siguen al MAS y quienes lo rechazan. Por ello, negar lo vivido, lo documentado y lo que motivó una lucha en las calles por la defensa del voto es un nuevo elemento de confrontación.
El fraude o no fraude es además un tema de confrontación regional y multilateral, en la que claramente se juegan intereses y posiciones ideológicas contrapuestas. Pero, hay que recordar que fue el propio gobierno de Evo quien solicitó la auditoría de la OEA y se comprometió a que ésta sea vinculante. Ese mismo diagnóstico fue avalado por la Unión Europea. Y esas son las mismas entidades que hoy respaldan la victoria del MAS.
Bolivia ha dado dos lecciones de democracia: no aceptar una elección irregular y depositar su confianza en el mismo partido que la cometió, confiando en su recambio. Si esto no es una señal de reconciliación, ¿cuál es?